Comares…
Éste es un extracto del ensayo sobre feminismo andaluz sobre el que estamos trabajando. Si aún no has reservado tu ejemplar, ¡te invitamos a ello! Puedes conseguirlo haciendo click aquí. La historia de Antonia y Regli aparecerá en el apartado dedicado a historias de vida y relatos de mujeres andaluzas. ¡Ya hemos logrado el segundo objetivo para poder hacerlo!
Antonia y Regli se conocieron porque sus “maríos” eran amigos. Y ellas, en vez de heredar con desgana los afectos de ellos, aprovecharon para sentirlos también suyos. Decidieron que aquél era motivo suficiente para hacerse amigas. Regli era alegre y disfrutaba de las multitudes. Antonia era retraída y sólo compartía su sentido del humor con unas cuantas personas. Las dos habían traído a sus casas a sus respectivas madres. Antonia, además, era cuidadora a tiempo completo y estaba 24 horas pendiente de su “mumá” que había perdido toda su autonomía corporal. El cuerpo que le faltaba a su madre, se lo ponía Antonia que pensaba que, en el fondo, personas interdependientes somos todas.
A pesar de no haber lazos sanguíneos entre ellas, Antonia encontró en Regli una familia. Una persona que también ponía el cuerpo. El que sus hijas y su hijo necesitaban porque ella no podía llevarlas a un cine, a un parque, a una playa… Consciente de todo lo que su amiga llevaba “palante,” Regli arrimaba el hombro siempre que podía y los pocos momentos de descanso que Antonia pudo disfrutar en vida, se debieron –en parte- a su presencia.
[bctt tweet=”A pesar de no haber lazos sanguíneos entre ellas, Antonia encontró en Regli una familia. Una persona que también ponía el cuerpo. El que sus hijas y su hijo necesitaban porque ella no podía llevarlas a un cine, a un parque, a una playa… ” username=”feminismandaluz”]
Como la familia elegida no es sólo un deseo de las feministas de ahora, Regli y Antonia decidieron formalizar su afecto haciendo que la primera fuera madrina de una de sus hijas. La promesa de una responsabilidad compartida y “el casamiento de ambas” se hacía a ojos públicos en un bautizo. Ahí pasaron a ser “comares” (la co-autora de la maternidad, la que hace que ser madre no sea una labor ingrata y solitaria). Las hadas madrinas no se hacen con varitas mágicas; las madrinas de antaño se hacían con tiempo, esfuerzo, cariño y presencia real y Regli fue una madrina de ésas.
Pasado el tiempo, se aliviaban algunas situaciones pero aparecieron otras. Ya sin la presencia de las madres de cada una, Regli y Antonia quedaban puntualmente para hablar de sus cosas: contar lo que no contaban a nadie y ser confidentes. Antonia siempre sintió que tenía una deuda material con su comare y pensaba cada ocasión para poder devolvérsela. ¿Qué le había podido aportar ella que siempre sentía que todo era poco para dar? ¿Cómo podría compensarla? ¿Qué cosa necesitaba Regli que ella tuviera? Cada vez que se le ocurría algo, la llamaba con algún tipo de ofrecimiento que, aunque fuera mínimo, para ella lo era todo. Sin embargo, Regli no necesitaba nada más allá que la presencia de su comare: su mirada y su sinceridad transparente. Un lugar en el mundo sin juicios y sin peleas. Un sitio de paz entre tantas guerras, tanta lucha cotidiana y sin descanso.
Los cuidados desmedidos, la enfermedad y la mala suerte hicieron que Antonia se fuera demasiado pronto. Con sólo 63 años ingresó en el hospital para no salir más.
Cuando está convaleciente e inconsciente, Regli la mira triste mientras las vidas de todas “sus mujeres” le pasan en procesión por delante. Ella sabe por lo que ellas pasan. Ella las ve. Ella siente que algo muy grande se le escapa, aunque de cara a la gente, su dolor no sea más que el de los familiares reconocidos. Llena de pena, deja su hueco para que otros lo ocupen y se despide en ese momento de su Antonia porque ella sabe… ella sabe…
Después de su muerte, es consciente de que su luto será invisible pues ¿qué nombre reciben quienes pierden a una amiga? Aunque ellas lo intentaron todo para ser más que eso y ser comares de por vida, no les quedó más que darle sentido al término con hechos y tiempos mientras nadie, sólo ellas, se veían. Ser de verdad entre tanta mentira.
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Ese intento por formalizar afectos entre mujeres. Ese paso de amigas a comares o de comares a amigas. Son los nombres políticos de nuestras historias sororas y andaluzas. Por eso, Antonia y Regli tienen una historia al margen de todas las historias legales que sí son reconocidas. Entre hito e hito, entre casamientos, hijas, hijos, bautizos y comuniones… hay miles de espacios que sólo las comares rellenan. Y es ahí, en esos tiempos sin permiso a duelo, donde las feministas de ahora tenemos que agarrarnos como a un clavo ardiendo. Porque detrás de una gran mujer, siempre hay otra ofreciéndole una mano. Y detrás de nuestras ancestras hay un montón de términos rebosando significados.
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Esta entrada es un homenaje tanto a Regli como a Antonia que el próximo 7 de marzo hubiera cumplido 65 años.
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