Manifiesto “Como vaya yo y lo encuentre”
“¡Cómo vaya yo y lo encuentre…!”, decían nuestras madres cuando extraviábamos aquella prenda de ropa y les pedíamos de manera tirana que vinieran ellas a encontrarla… No la veíamos porque nunca vimos nada de lo que hacían. Sus trabajos estaban totalmente invisibilizados y, ni ahora, siendo “feministas formadas” logramos abrir los ojos y mirar hacia nuestras propias raíces desde un enfoque interseccional que ponga en pie nuestros orígenes y nuestra cultura. La andaluza: el sur que limpiaba las vergüenzas al norte y que sobrevive arrastrando su discriminación histórica en silencio. Su negación histórica… No más.
Este proyecto es un desafío, un intento por rescatar esta interseccionalidad en nuestras miradas. Es la base para empezar a verla y dejar de silenciarla. Porque nada es igual aquí. Ni el feminismo… Queremos rescatar también la potencia de nuestras raíces que tantas veces es ridiculizada en otros lugares: de nuestras abuelas, nuestras ancestras, nuestros taconazos, nuestros volantes, nuestras alegrías, nuestra “peineta envenená”*, nuestros transformistas, nuestros Migueles de Molina, nuestras poetas… el ritmo maravilloso de nuestros acentos. Y las otras identidades que intentaron escaparse de la norma: la de Lorca… la del exilio… la del campo y sus cortijos… Queremos convivir con la convicción de que resignificar -para nosotres- también es posible.
A través de este Manifiesto buscamos…
Sacar del pozo de la oscuridad nuestras diferencias históricas y nuestras particularidades dentro de los propios feminismos y transfeminismos y empezar a dar voz a las violencias que recibimos también por nuestros orígenes
Romper el tabú de las violencias que nos oprimen a diario como la falta de admiración y reconocimiento hacia nuestras personas por el hecho de hablar andaluz. Sacar, por ejemplo, de nuestras vidas el tan cansino comentario de “qué graciosa es” cuando estás exponiendo tu posición política en asambleas de otros lugares. Sacar de nuestras vidas esos comentarios que nos juzgan, nos descalifican, nos desempoderan y nos invitan a cambiar nuestras gesticulación y lenguajes para adoptar las formas hegemónicas.
No entendemos un cambio de sistema sin que se entienda que la imposición de una única forma de manifestarse implica discriminación; máxime cuando hablamos del mismo lenguaje usado para propagar el heteropatriarcado y de las mismas tácticas. Imponer tu forma de hablar como la única correcta también es violencia.
¡Éstas son nuestras maneras de hablar y de expresarnos y nos encanta! ¡SUPERADLO!
Reivindicar nuestra fuerza y “poderío” y empezar a hablar de las personalidades andaluzas que, a lo largo de la historia, desafiaron con su arte, sus escritos, sus palabras, sus taconazos… las normas de género.
Si no las reconocemos, ¿quién lo hará? Sacarlas del ostracismo y de la sentencia a la que nos condenan por considerar que sólo tienen que aportar quienes dominan los lenguajes normativos y heteropatriarcales: la academia [que también “la usamos” por aquí] y los espacios públicos de poder. Además de la palabra, en Andalucía hemos hablado de muchas formas: en patios de vecinas, a la fresquita, en corralas, en nuestros goces de baile y cante, bajo la estufa de picón… El mundo tiene mucho que aprender de nuestros lenguajes y de nuestras posiciones ante la vida. Queremos rescatar las figuras históricas desconocidas y más desconocidas que -con su rebeldía- nos han dejado un gran legado. No sólo eran folcróricas y, si lo eran, también nos encanta. ¿Por qué creéis que no tienen nada que decir?
Generar un feminismo andaluz: sin tabúes y sin complejos.
Somos conscientes de que en Andalucía hay de tó. No queremos reducir el feminismo andaluz a una sola cosa pero creemos que es necesario empezar a hablar de nuestros orígenes, alegrías, sentires , complejos… y de todas aquellas violencias que recibimos por nuestros orígenes. El rechazo a nuestras formas no es más que la punta de un iceberg que esconde una discriminación histórica como pueblo. Empezar a ver la transgresión y las subversión en nuestras propias raíces, recuperar nuestro pasado de lucha y hablar de ello entre nosotres, en comunidad… recuperando incluso los espacios vecinales que tanto nos caracterizaban y nos caracterizan y la revolución de la hierbabuena.
Asimismo, creemos que no hay mayor invisibilidad que aquella que se impone bajo una apariencia de igualdad que es falsa y no es real. No somos igual de considerades en otros lugares, la situación económica en esta parte de la ibérica es lamentable, seguimos siendo víctimas de estereotipos constantes y nuestra opciones vitales son encajadas siempre dentro de éstos.
Asimismo, hemos sido las cuidadoras de buena parte de las generaciones del estado español durante años y años: limpiamos vuestras casas, cuidados a vuestres hijes bajo una precariedad laboral ni siquiera reconocida. Bajo trabajos que “no lo eran”.
El feminismo nos permite pensarnos desde esos lugares que resultan tan incómodos al resto. Vamos a librarnos de este “complejo histórico”: vamos a ponerle nombre a las discriminaciones recibidas a esta precariedad -entre otras- económica. A esta andaluzofobia… y a empezar a señalarlas con el dedo cada vez que nos ataques por ello.
Resignificar los cuidados y ponerlos en la base de nuestras reivindicaciones.
Nuestras bisabuelas fueron cuidadoras, nuestras madres lo fueron, nuestras tías… Nosotras… Los cuidados dejados a cargo de de las mujeres manera exclusiva y tirana son una característica del heteropatriarcado en general y, en Andalucía, está tremendamente acentuado debido a nuestras propias condiciones socioeconómicas.
Los cuidados han formado parte de una cultura machista en la que nuestras hermanas llamaban “Mi Señora” a sus empleadoras. Nosotras crecimos con eso: con esa rabia interna que nos colocaba -sin haberlo elegido- en el lugar de la sirvienta. En casa nos felicitaban más por limpiar la casa que por ser buenas estudiantes. Crecimos viendo cómo a nuestros hermanos y primos no les dejaban hacer la cama. Vimos a las mujeres de nuestras familias llevar la carga de sus hermanos, maridos, padres, suegros… Y, con todo, somos conscientes de que la realidad de los cuidados en los ambientes rurales andaluces es todavía más marcada. La mayoría de mujeres andaluzas han construido la historia con sus rodillas hincadas en el suelo. Estamos orgullosas de ellas y no queremos despreciar su trabajo como siempre se ha hecho; pero sí queremos “vengarlas” y resignificar los cuidados.
Queremos que los cuidado sean la base de nuestra construcción conjunta pero de una forma equitativa, libre de clasismo y sexismo. Los cuidados articulados desde la organización colectiva nos permiten plantarle cara al Capitalismo más fiero. Queremos fomentar esa magia del sur en la que, con poco, organizamos nuestros encuentros, tejemos nuestras redes y practicamos sororidad. Esa dinámica del sur en la que las vecinas son, en potencia, nuestras compañeras de vida: romper las paredes que nos separan y convivir todas bajo el mismo laurel. Queremos romper la tradición del dolor de nuestras casas.
Queremos sacar a la luz la violencia machista y los abusos que han padecido las mujeres andaluzas y otras identidades no reconocidas por la norma heteropatriarcal. Vamos a quemar con romero tu clasismo, para que se vaya lo malo y entre lo bueno. Yo pongo un tupper de esto, tú de lo otro… y ¡ya tenemos nuestros espacio! El trabajo capitalista no es la base de nuestra existencia por mucho que le pese al sistema. Los cuidados son las base de nuestra revolución. Si quieres ver flojera en vez de revolución, es tu problema. No necesitamos ser productives para ser valioses.
Celebrar los “pipazos con las amigas” y la alegría como venganza.
En nuestros colores y nuestra alegría está nuestra venganza. Y en Andalucía sabemos reírnos de nosotres como nadie. Sabemos politizar la alegría, hacerla superviviencia. Jugar con la ironía, el humor y con colores. La alegría es una de las bases más sólida de nuestra forma de hacer transfeminismo. Donde tú ves folclore, nosotres vemos revolución. Queremos tomarla como eje central. Queremos exprimirla para darle la vuelta a la discriminación que recibimos. Cogemos este reto y este proyecto con toda la sangre que nos hierve [con h exhalada] por las venas. Comienzan los “pipazos con las amigas”, las llamadas a tu puerta con la excusa de pedirte un poquito de laurel…
¿Crees que no existe un feminismo andaluz? Pues tiembla porque…
“Como vaya yo y lo encuentre…”
Sin miedo y sin complejos: ¡Que comience el feminismo andaluz a arrojar luces al resto!
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*”Peineta envenená” es el nombre artístico de mi querida feminista Ana Rosado.
**El espíritu de este manifiesto está centrado en la clase obrera andaluza. Somos conscientes de que andaluza también es la tiranía cortijera y otras. Somos conscientes de todo lo que tenemos que trabajarnos como pueblo. Somos conscientes del propio clasismo que hay en nuestra tierra. Sin embargo, eso no quita que podamos sentir orgullo de tantas cosas maravillosas que tiene nuestra cultura. No quiere decir que no tengamos nada que enseñar al resto.