Lola y Rocío, la Historia tras la foto
Cuando empecé la iniciativa de este proyecto, no tenía ni idea de qué imagen tomar que lo pudiera representar en condiciones. Tenía muy claro que quería poner en valor a mujeres no consideradas por las fisnas normas heteropatriarcales y a otras identidades que no suelen tener cabida en lo políticamente correcto. Pensé enseguida en las folclóricas y en les marikas. No me interesaba presentar una imagen bien puestecita de Andalucía que dijera “oye, que también sabemos hablar vuestro castellano y somos tela de productives”. No me interesaba acudir a la defensa de esto sino cuestionar por qué tenía que defenderme de ello. Me apetecía más bien salir del binomio e imaginar otros mundos que no solemos imaginar en nuestro fracaso por soñar la diversidad. Me apetecía poner el pensamiento frente a todo lo que se nos acusa en Andalucía y preguntarme por qué. Por qué tenía que defenderme de eso y cuál era la trampa de hacerlo.
Me parecía mucho más interesante, en pos de una realidad verdaderamente diversa, abrazar todo aquello que no se consideraba válido [TRASHFEMINISMO] porque detrás de nuestra eterna defensa frente a los ideales de la productividad hay todo un ansia a que nos convirtamos justo en eso. Quería indagar en otros mundos que ya existían aquí y que no tenían la productividad como centro. Pensar también en por qué no los veíamos. En fin… la eterna encarnación de valores neoliberales que nunca ponemos en cuestión. En resumen, más allá de hacer una “apología de la pobreza”, quería hacer ver que, si para poder ser personas con derecho a ser escuchadas, teníamos que vestirnos de algo que no éramos, algo olía a podrido. Si quienes realmente tienen algo que decir sobre la pobreza no son percibidas como personas válidas… APAGA Y NOS VAMOS. El negocio de la intermediación…
Finalmente, encontré la foto. Una foto que desprendía ternura a raudales, amistad entre mujeres; algo que tan poco se visibiliza porque interesa que seamos enemigas y nuestras mayores críticas. En la foto, una Rocío Jurado besaba con devoción a su amiga Lola Flores que aparecía con sus ojos cerrados entregada y agradecida. Mare mía, qué imagen… Cuánto decía al feminismo sin tan siquiera hablar ni racionalizar nada. Los sentimientos que traspasan la pantalla. La amistad de toda la vida que es política sin que le pongamos esa etiqueta. La ternura… la ternura… Tan feminista ella. REPITO. La ternura… Un pendiente morado con el símbolo feminista en la oreja de Rocío bastó para arrancarme con una imagen provisional y soltar con mucha rabia el Manifiesto.
Hacía mucho tiempo que había hecho una reflexión sobre la cuestión de las folclóricas y desde mi intuición lo tenía bien claro. Mujeres que habían sido las artistas más grandes de su tiempo. Independientes y, al menos las andaluzas que fueron mayoría, de orígenes muy humildes. Con el tiempo, y gracias a una entrevista con Olalla Castro para Pikara Magazine, entendí lo que siempre había sentido: la utilización de lo producido en el territorio andaluz por la MARCA ESPAÑA. Justo ahora estoy leyendo un libro al respecto. En uno de sus capítulos, de autoría compartida, se habla de la conciencia de la identidad andaluza. En uno de sus párrafos dice:
“La apropiación de muchos de los elementos y referentes de la cultura andaluza para la construcción de la imagen de España, contribuirá a profundizar la alienación de los andaluces sobre la especificidad y originalidad de sus rasgos identitarios, lo que constituirá un importante factor de bloqueo para la toma de conciencia de su existencia como pueblo. Ejemplos como los del flamenco, profundamente trivializado y adulterado; la copla, travestida como “canción española” [he de decir que la frase de travestida me llega al alma]; el vino, anunciando al jerez como “vino español” en las recepciones oficiales, etc. Son algunos ejemplos de dicha instrumentalización de lo andaluz para construir la ficción de lo genéricamente español”.
Otro día hablaremos de por qué el feminismo andaluz debería romper también las barreras de lo admirable y de lo que no lo es. Al menos a mí, las folclóricas me parecían tremendamente admirables. Rechazarlas únicamente porque algunas habían asumido ese rol español me parecía un argumento sumamente pobre. Una apología más de una coherencia sin fisuras que está impidiendo la construcción y la comprensión de tantas cosas en el feminismo ahora*… Ha sido luego, con el tiempo, y tras buscar muchas cosillas para contar aquí cuando me he topado con la historia real que hay tras esta foto. Y es la que os cuento a continuación.
1987, Málaga
Rocío Jurado tenía una actuación en Málaga para una fiesta organizada por Fitur por el patronato de la Costa del Sol. El éxito de su intervención fue rotundo. “Rocío Superstar”, la llamaban en la prensa. Por supuesto, Lola Flores también estaba presente aquella noche junto a otra celebridades: Sara Montiel, Montserrat Caballé, Marifé de Triana…
En un momento del concierto, empezó a sonar la melodía de la canción “Mi amante amigo”. Rocío empezó a cantarla y, acto seguido, Lola Flores se empezó a emocionar, dejó salir sus lágrimas y se fue acercando al escenario y a la artista de Chipiona. En ese momento, la Jurado se acercó a ella y la besó en la frente. Luego o antes de esto (no sé con exactitud), cantaron juntas el tema La Zarzamora. Abajo la foto.
A lo largo de sus vidas, estas dos mujeres se han demostrado en numerosas ocasiones un amor y una admiración mutua conmovedora. Frente a esto, los artículos más convencionales y los que la prensa rosa ha explotado al servicio del chisme y el heteropatriarcado, han girado en torno a las rivalidades entre folclóricas; colocando a algunas de ellas -ya en su edad más adulta- bajo discursos cargados de enormes faltas de respeto; como si su carrera, su valentía, su talento hubieran sido un chiste. La Marca España hizo también esto último con ellas: convertir todo lo folclórico en idolatrado y luego rechazado hasta el punto de convertirlas en el chiste de todos los platós acostumbrados a degradar a mujeres mayores y otras identidades de las que hacían su motivo de mofa. No válidas, por cierto.
Rescatar esta historia, en estos días, en el que muchas intentamos aterrizar los complejos discursos feministas en nuestro emocionario cotidiano; me parece tremendamente importante. Y es que… cómo construir feminismo sin querer y sentir a otras mujeres, sin admirar a tantas identidades que son machacadas por las normas de género. Cómo construirlo sin romper el binomio tirano que duda de los sentires, que coloca a la razón en un eterno muro de Facebook que vela por una identidad limítrofe donde tener la razón es el único propósito y el único camino al reconocimiento… La amistad entre ellas es un claro ejemplo de feminismo. Amar y admirar a otras mujeres en voz alta y a “grito herido”** es, todavía hoy, un gesto REVOLUCIONARIO. Una llave para acabar con la misoginia que enfrentamos a cada segundo, minuto, hora… de nuestras respectivas vidas. Como dice la compañera Lucía Martínez Odriozola, “lo único que necesitas para iniciar una revolución feminista es una amiga”.
FUENTE. http://rociojuradolamasgrande.es.tl/ROC%CDO-Y-LOLA-FLORES-_-2%AA-PARTE.htm
*Muy aconsejable, al respecto de esto, el último libro de Diana J. Torres. Vomitorium.
**Expresión colombiana que me encanta.