Pobreza eres tú. Perder el Sur
Acaba de salir el último informe sobre el Estado de la pobreza en Andalucía que vuelve a apuntar la urgencia de la situación de años anteriores. La Tasa de Pobreza y Exclusión Social (AROPE) afirma que el 38,2% de la población de Andalucía está en riesgo de pobreza y/o exclusión social. La tasa ha aumentado y la causa del incremento es el empeoramiento de la situación de la mujeres que habitan el territorio, cuya tasa ha crecido dos puntos porcentuales.
Andalucía contempla un 12,1 puntos por encima de la media nacional en lo que respecta a pobreza y exclusión. Sería interesante traer a este punto ese discurso que escuchamos hasta el hartazgo sobre la unidad de España. Unidad, ¿para qué ocasiones? ¿Sólo como eslogan de una campaña electoral? ¿Qué clase de unidad territorial hace que uno de los territorios más ricos del Estado español en lo que respecta a medioambiente y recursos naturales tenga una diferencia en reparto de riquezas tan abismal con el resto de territorios del Estado? No, claro que Andalucía no es la única. Extremadura, por ejemplo, es la que mayor diferencia presenta en lo que respecta este punto. Las Despeñaperrás (De Despeñaperros pa abajo) -como las llamo- no importamos hasta que toca irse de vacaciones.
La situación de la gente de a pie sigue estando muy lejos de las prioridades de los grandes medios. Lastimosamente, tampoco los activismos consiguen generar una agenda propia que no se vea manipulada por la instrumentalización política del momento. Hubiera querido Andalucía un cuarto y mitad de la atención que durante toda esta semana han recibido otros territorios, pero que aquí estemos como estamos no es noticia. El periodismo se ocupa de lo extraordinario, del “hombre que muerde al perro”. Los problemas de la gente ordinaria no le van. Ni es trendy ni es tendencia. Últimamente, además, no existe diferencia entre las agendas partidistas y electorales y la de los medios hegemónicos. El llamado cuarto poder se ha fusionado con los otros como hacen las grandes empresas.
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Cuando hablamos de pobreza quedamos presa del imaginario que tenemos de la misma. Ocurre lo mismo cuando hablamos de violencia. La pobreza, como la violencia, no la vemos. No vemos la violencia hasta que llega esa violencia física que nos deja en un estado de inhibición total. La pobreza sólo la vemos cuando es extrema. Prevenir no es un término que se practique mucho. Preferimos apagar fuegos cuando la situación ya es desesperante. El mensaje cala: Todas tenemos a una vecina que ha llegado a una situación límite y a la que le da vergüenza pedir ayuda. La pobreza genera vergüenza porque, ya que España es unidad, la responsabilidad de nuestro desastre la tenemos nosotras.
Sin embargo muchas -y me incluyo- hemos decidido hablar de pobreza cuando hablamos de nuestras circunstancias. En primer lugar, porque hemos heredado la situación de nuestro entorno familiar -que en muchos casos sí era de pobreza extrema- y de nuestros territorios. En segundo lugar, porque lo somos. Es precariedad lo que vivimos muchas y sí también es pobreza. No tener ingresos fijos, no llegar a los 500 euros al mes, no tener posibilidad de tener un vehículo para aceptar, quizás, otros trabajos fuera. Al igual que la masculinidad hegemónica es “lo uno” y las mujeres representamos “lo otro”, el tener recursos para consumir de todo es algo que, en las conversaciones cotidianas, se da por sentado. La pobreza es “lo otro”, ese estado que debemos superar, que no debería durar mucho tiempo. Pasará, seguro que pasará aunque llevemos siglos en esta etapa de nuestra vida. ¿Cuántos años lleva Andalucía en crisis? ¿Cuántos años debe durar una crisis? ¿No será esto Capitalismo? ¿Qué sentido tiene hablar de crisis a estas alturas del cuento?
La pobreza convertida en un estado de excepción que depende exclusivamente de la voluntad de las personas y que debe vivirse como un fracaso, ha marcado y marca cada día la baja autoestima del pueblo andaluz. La pobreza no entendida desde las dinámicas colectivas y territoriales que la causan, desde la irresponsabilidad social que la posibilita, no permite liberar la identificación -yo soy pobre- en pos de medidas que acaben con nuestro “fracaso” como pueblo.
Al contrario, la vivimos en vergüenza y hacia dentro. En silencio y con esfuerzos hasta que llegamos a un extremo límite en el que se nos permite verbalizar que, de hecho, somos pobres. Que, de hecho, vivimos una situación de violencia, de impotencia, de extrema necesidad.
No tengamos más dudas. Andalucía es un pueblo pobre y los pueblos pobres, como apunta Belén Gopegui, efectivamente son algo más que no ricos:
Hay una pieza que no te cuadra. Es algo así como que los pobres no son solamente no-ricos y su destino no se trata solo de ser menos pobres sino de que pueden desviarse hacia destinos que, lo admites, no controlas por completo*
La pieza que no nos cuadra es que, aun siendo pobres, hemos generado un patrimonio humano y cultural que puede servir y sirve para resistir al capitalismo. El verdadero aporte social del territorio andaluz dentro de los discursos que componen esta marca España es su devenir como territorio al que han empobrecido. Por esto debería ser escuchado, por su increíble hemeroteca de resistencias. La prueba viviente de que no todos somos iguales aquí, en esta España que dice ser unitaria. Andalucía jamás se construirá desde dentro copiando revoluciones que nada tienen que ver con su propio estado y su propio devenir. Muchos menos con su situación económica. Nosotras no vamos a salir a la calle porque prácticamente vivimos en ella*. Queda entender nuestras formas y hacer nuestras propias revoluciones. Entender que la pobreza también imposibilita ciertas acciones y dejar de decirle al pueblo andaluz que está dormido cuando está pobre.
[bctt tweet=”El verdadero aporte social del territorio andaluz dentro de los discursos que componen esta marca España es su devenir como territorio al que han empobrecido. Debería ser escuchado, por su increíble hemeroteca de resistencias. ” username=”feminismandaluz”]
Ojalá dejemos de insistir en una percha mediática que sólo habla de nortes como intento de colar ahí nuestros discursos. Ni sirvió ni servirá. Hay una imposición de unidad territorial que es violenta pero, dentro de ésta, hay pueblos pobres y pueblos ricos. Y dentro de los pobres, hay pobres y más pobres. Nunca llegaremos a la gente si no comprendemos las diferencias que habitamos.
Dejemos de perder los sures. Las patrias siempre han tenido como motor la superioridad económica. Las revoluciones andaluzas tendrán que ser algo más que eso. Andalucía es matria.
[bctt tweet=”La pobreza convertida en un estado de excepción que depende exclusivamente de la voluntad de las personas y que debe vivirse como un fracaso, ha marcado y marca cada día la baja autoestima del pueblo andaluz.” username=”feminismandaluz”]
*De la obra Quédate este día y esta noche.
*Lo que quiero apuntar aquí es que hasta las expresiones en torno a qué se considera político se leen desde la visión de climas y territorios concretos. Las acciones consideradas políticas no están exentas de influencias culturales hegemónicas. Creo que Andalucía -al ser también leída desde ahí- sufre ese juicio de “dormida”. La gente curra, sobrevive, intenta salir adelante… La capacidad o incapacidad de accionar de los territorios debería ser mirada con menos ligereza: analizando sus contextos.