16/09/2021. Hoy he tenido un día movido. Más que doloroso, diría que liberador. Mi cuerpo llevaba años arrastrando un duelo, una despedida y un cierre que no hice bien. Lo hice sólo como podía. Y, como podemos, lo hacemos todo.
También la generación de relatos, las narrativas y la crítica social la hacemos como podemos. Y, por supuesto, también hacemos como podemos esa herramienta enorme de transformación social a la que hemos llamado “feminismo(s)”.
El cierre de esta etapa de mi vida como contaora para la web y las redes sociales de este proyecto llamado “Como vaya yo y lo encuentre. Feminismo andaluz y otras prendas que tú no veías (2016)” lo quería hacer bien. Lo quería hacer a través de este material. Agradeciendo los cinco años de relación que tengo ya con ustedes y liberando todas estas páginas y estas reflexiones para que tengan un uso. Una utilidad. Para no guardarlas para mí. Para que sirvan para algo.
Sin embargo, en el proceso, he sentido una vez, que estaba a punto de hacer un “mal cierre”. Y esta vez, aunque como siempre nunca será un cierre perfecto, sí quería hacerlo poniendo sobre la mesa lo que colgar este material, internamente, me ha supuesto. En esta fase de mi vida. En este momento que estoy atravesando.
Una vez más, estoy ante este teclado como puedo después de haberle mandado no sé cuántos audios a mi amiga Ana (Ana Rosado pa ustedes) y de verbalizar todo el conflicto que me genera subir este material a la web.
Tenía una introducción con la que no me sentía identificada. Algo aséptico. Protector para conmigo misma. Algo “bien amarrado” para las mentes que sí sois coherentes. No como la mía.
Al final, la solución pasa por ser de nuevo yo y exponer abiertamente lo que siento. Tirar las paredes de lo que crees que la sociedad espera que suele ser diferente a lo que es necesario. Contextualizar este material con la honestidad y la apertura que siempre he querido que este proyecto tenga. Un lugar seguro para exponer nuestros adentros y aquello que otras llamarán “incoherencias” pero que, para mí, es sólo la complejidad real de la existencia. ¿Qué es la coherencia? ¿Quién se la puede permitir? Como decía Belen Gopegui, “dos verdades pueden coexistir” al mismo tiempo aunque nuestra mirada binómica nos diga que son contradictorias.
La cosa es que me di cuenta al escribir ese texto introductorio que estaba justificando este material. Que estaba escribiendo para que absolutamente nada se pudiera malinterpretar. Que estaba evitando recibir juicios. Que seguramente mañana no estaré en sintonía con algunas cosas aquí escritas y que eso me generaba pavor. Porque, de hecho, hoy no estoy ya en sintonía con muchas de las cosas aquí escritas. Lo cual no quiere decir que no tengan un valor.
Me di cuenta de que, en vez de sentirme a gusto, estaba encorsetada escribiendo este saludo introductorio e incluso preguntándome si poner en abierto este material iba a producirme futuros disgustos. Y, coño, he dicho: “¡Joé! ¡Ya está bien!”. ¿De qué me tengo que justificar? ¿A quién tengo que pedir perdón? ¿Qué Dios he generado sin saberlo?
En definitiva, la culpa judeocristina y la perfección divina rondan ambientes que se deberían percibir como seguros. Entre ellos, los feminismos y esto acaba afectando mucho a quienes históricamente hemos querido crear desde esa base. Quienes estamos a este lado, lo estamos notando desde hace tiempo.
Estoy a favor de responsabilizarnos de nuestras palabras cuando hacemos crítica social (obvio) pero lo que está pasando, amigas, va más allá de eso. Tiene que ver con la imposición de dogmas, de preguntas binómicas (sí/no, a favor/en contra), con sectarismos, presiones…. Quienes hemos generado relato desde aquí sentimos, muchas veces, miedo. De ser juzgadas. Expuestas o exluidas. Alzadas para luego ser revoleadas. De ser medidas por la vara de la perfección y las estructuras binómicas. Puedo decir que escribir en este contexto genera que nos predispongamos a creer que hay temas que se pueden tocar y otros no. Esto dicta una agenda invisible entre lo que se puede abordar o no. Subir o no. No me permite ser útil porque ser útil conlleva ser incómoda. Incluso para los propios movimientos.
“Tenemos que tener cuidado”, no dicen. ¿De nuestras propias brujas?
Eso unido a una forma de generación de referentes que no ponen el acento en lo colectivo. Que responsabilizan a personas concreta a las que endiosamos y que, me consta, muchas lo están pasndo mal por ello.
Las agendas se están imponiendo desde dentro. Insisto. El feminismo (al menos para mí) es una herramienta. Si no podemos ser autocríticas con los feminismos, le servimos a feminismos que habrán dejado de servir. Y de servidumbre mis comares andaluzas saben ya mucho.
Quienes tenemos un compromiso con el pensamiento y la práctica crítica y real. Prácticas, discursos y colectividades que se hagan cargo de lo que realmente pasa en los asfaltos, lo tenemos bien chungo con tantos frentes abiertos. Lo tenemos chungo si lo que se espera es que usemos el lenguaje de los derbis futbolísticos. No ahondar en profundidades incómodas. No mirar dentro, incluso, de nosotras mismas para encontar allí al tan nombrado enemigo.
Nadie divide ninguna lucha cuando lo que quiere es profundizar en ella. Si hay realidades que sólo se pueden abordar desde un prisma, estamos dando la espalda a la pluralidad de voces y experiencias que la vivencian.
Nadie se carga un movimiento por querer enriquecerlo y, si se lo carga por ello, es que ese movimiento nos lleva a la misma estuctura de la que decimos querer escapar. Me refiero a voces que quieren imponer un prisma determinado dentro de los movimientos. Voces que funcionan de manera sectaria. No estoy haciendo referencia a la totalidad de quienes generamos desde ahí. Está claro.
Así que… En ésas estamos. Soy consciente de que estos feminismos a los que llamamos hegemónicos no lo son todo pero también soy consciente de cómo nos afectan sus discursos de perfeccion divina, altares, señalamientos y culpas. De hipervigilancia.
Yo voy a construir como siempre. En colectividad y a través de cada creación que haga, en cada espacio, en cada lugar donde mi cuerpo esté porque todos los lugares son lugares de construcción social. Y porque una es jartible y no tiene remedio.
Usaré todas las herramientas que me lo permitan y me dejen. Seguiré siendo sabia e ignorante al tiempo y ofrezco este material desde el valor que tiene mi propia ignorancia. Un lugar de curiosidad, de camino y aprendizaje costante, que defiende el conocimiento como camino imperfecto de prácticas imperfectas y transitorias que quieren abrirse camino como la propia vida lo hace. No como algo definitivo que hace de tumba para tanta gente.
En definitiva, “seguramente no estoy de acuerdo con este material pero lo respeto”. Porque se hizo desde un lugar que se hizo preguntas que cuestionaban el pensamiento hegemónico. Por eso, quiero compartirlo.
Quería mandar un mensaje abrazador a todas las que no vais a cada espacio online o presencial de transformación social con una escopeta cargada de binomios y valoráis los entrelugares y las entretelas. Todas las posibilidades del “en medio”. A las que estáis sintiendo que corremos el peligro de cambiar un amo por otro. A las que habéis echado de menos la ternura y a las que ésta os parece revolucionaria. A las que tenéis rabia y, aún así, no queréis caer en dogmas o punitivismos. A las que estáis hartas de escuchar hablar de “revolución” sin sentir que ésta os acompañe y os haga sentir menos solas. A ésas también. A tanta gente…
Este proyecto donde el término “feminismo andaluz” nació como tal reconociendo, eso sí, que las prácticas feministas andaluzas nos preceden desde hace muchísimos años… Este proyecto tenía el objetivo de generar orgullo y relato y esos objetivos, siento, que se han cumplido.
Para mí el feminismo andaluz es una herramienta y una mirada que siempre irán conmigo. Pero, como proyeco que tiene una presencia online continuada, se ha acabado.
Eso no quiere decir que pesencialmente no esté o que no vaya a hablar más de esto o que puntualmente no me surja escribir algo o que no ponga cosillas de vez en cuando en las Redes Sociales del proyecto. Simplemente quiere decir que interiormente hay un cierre y que necesito darle un lugar. Y que también hay un agradecimiento enorme, una palabra que quiere despedirse y unos pasos que se están dirigiendo a sitios que, como éste, intentaré que lleven la misma sintonía de latido.
Gracias a todas las personas, los suelos, las colectividades, las recetas y las antepresentes que lo habéis hecho posible. A quienes estuvieron antes. A la memoria que el cuerpo no recuerda que es un asunto de presentes, no de pasados.
He aprendido. He desaprendido. He sido feliz. Me he sentido amada. Me habéis hecho sentir querida. Validada entre esos ruidos que a veces no dejan escuchar. Éste fue un espacio para un feminismo que, al menos para mí, mereció la alegría y también la pena. Espero que para ustedes también haya sido así. Que se os haya quitado, un poquito, la soledad con estos textos.
Por todo. Gracias. De verdad. Con todo mi corazón.
Nos vemos en los físico, en las charletas, en los libros, en los bares, en las calles y debajo de un toldo. Y en los “de vez en cuando” que necesite expresarme desde este lugarcito.
Un abrazo enorme.
Pd. Como vaya yo y lo encuentre… A ver si ya hemos ido y, aunque sea una mijita, lo hemos encontrado… 🖤🌿🌿🌿