
Resumen Bloque 1
¡Hola vecina! Vamos a hacer un pequeño resumen sobre lo que hemos visto hasta ahora, ¿te parece?
Ya hemos hecho un repaso muy peculiar sobre características de la identidad andaluza, fuertemente ligada a la identidad —plural y diversa— de pueblo. Los sentíos, la sensibilidad, lo mágico incluso como parte de las costumbres populares, la dificultad de que consideremos políticas prácticas que, desde lo hegemónico y reduccionista, se consideran exclusivamente lúdicas. Obviamente sin dar un sentido político a lo lúdico. Que lo tiene y mucho.
También hemos hablado de la necesidad de contextualizar la situación económica y social de Andalucía: vista, medida y valorada únicamente desde los indicadores mercantilistas que la explotan. Hemos hablado sobre cómo la imposición de la Historia Única en el Estado español, invisibiliza el devenir y las memorias de tantos pueblos y culturas que tienen en sí un significado completo (no complementario). Cómo se invisibilizan, por jemplo, incluso sus años ejerciendo de frontera. Caso de Arcos, Jerez, Chiclana…
Existe una historia silenciada, una herida y una brecha no explicada. Al igual que a quien tiene un dolor le ayuda conocer el nombre de su enfermedad para ponerle remedio, Andalucía necesita poner nombre a la opresión territorial que sufre desde hace siglos.
Por ello, nos introducimos de lleno en el Bloque 2 donde reside nuestra vecina: la andaluzofobia.

¿Cómo piensan el feminsimo andaluz Adá Mañana de Gomar o Blessing Ulefe Nelson? ¿Cuál es para ellas “el sujeto?
La sevillana Natividad Adá Mañana de Gomar (Sevilla, 1971) no sufre de la misma forma las discriminaciones que empiezan a hacerse eco desde los feminismos andaluces. A pesar de su acento sevillano, todo el mundo —cuando la oye hablar— le hace saber lo bien que lo hace. Nadie ridiculiza su forma de expresar como les ocurre a otras mujeres andaluzas porque a Adá (como la llaman las personas más cercanas a ella) ni siquiera la consideran andaluza. “Para ser de fuera” —se piensa— “habla bastante bien”.
La discriminación que ella sufre tiene que ver con que se le niega de manera sistemática su sentido de pertenencia y sus orígenes. La razón es que Adá es afroandaluza. Un término que, considera, la representa a pesar de que dice no parecer encajar en categoría alguna: “Date cuenta de que a mí no me consideran ni de un lao ni del otro. Aquí no me consideran andaluza. Es lo último que se imaginan. […]. No me consideran negra, pero tampoco soy blanca”.
Adá, que hoy trabaja en el servicio de limpieza del Ayuntamiento de Sevilla, sabe de la denostación que sufre su pueblo y del poco valor que en el mapa del Estado español se le da a Andalucía. Añora el sentimiento de comunidad que vivió de niña en la corrala del barrio de la Macarena en la que se crió. Allí, asegura, nunca la hicieron sentir diferente. Para ella, es la gente humilde y nuestras mayores quienes más nos tienen que enseñar de solidaridad, de arrejuntamientos y de feminismo.
De hecho, una de sus grandes referentes fue su abuela Rosalía que, como ella misma dice, sin llevar su sangre la consideró parte de su familia: “Simplemente era una más. Y eso a día de hoy con las experiencias negativas que me tocaron vivir pues siempre lo tengo mu presente porque digo quien menos tenía o quien menos conocía o menos mundo había vivido sí me trató de igual a igual y hoy por hoy muchísima gente que supuestamente está estudiá o está viajá o está más puesta al día por así decirlo, que para mí es todo lo contrario. Sí te miran por encima del hombro. Te hacen sentir que no encajas”.
La afroandaluza es además bailaora de flamenco y en su historia como artista ha tenido que pasar por capítulos dolorosos también por no responder al estereotipo. ¿Cuál es el lugar de Adá según el statu quo y qué dice su experiencia a los feminismos andaluces, todavía en construcción?
La pregunta que late de fondo es la siguiente: ¿quién es el sujeto del feminismo andaluz? Si entendemos que los feminismos andaluces los integran únicamente las mujeres que lidian diariamente con los limitados estereotipos de la mujer andaluza, Adá —a pesar de ser andaluza de clase obrera— no estaría ahí. En su caso, la experiencia es distinta. Ella no sufre el menosprecio histórico de ser mujer andaluza porque ni siquiera se la considera tal. Sí sufre, sin embargo, el racismo que ocurre en su propio territorio.
Como ella misma expresa contando sus experiencias personales y profesionales, Adá experimenta en gran medida la existencia de esos estereotipos de mirada única sobre las andaluzas que, en su caso, llevan a su exclusión. Los sufre en la medida en que ni siquiera esos estereotipos reduccionistas la tienen en cuenta. La lucha por generar imaginarios reales y diversos dentro de los feminismos andaluces es, por tanto, también su lucha. Generar relatos diferenciales en torno a cómo sufrimos esos imaginarios impuestos se hace urgente también para Adá. Contrarrestar el relato con la verdad: “Saber que por aquí pasaron muchos antes que nosotros y que la mezcla ha existido siempre y no solo aquí, sino en cualquier parte del mundo. Esa es la riqueza”.
La cuestión ni es tan sencilla ni acaba tampoco aquí. Aunque en el imaginario colectivo a Adá se le niega su identidad andaluza, ella nació y se crió en Sevilla. Cuando se reflexiona sobre el concepto de “mujeres andaluzas”, el hecho de haber nacido en Andalucía se considera sido clave y, dentro de la enorme diversidad que se desprende de ahí, lo que parece indiscutible es que el sujeto del feminismo andaluz son mujeres nacidas y criadas en Andalucía. Y que es ahí donde descansa la mirada territorial. En definitiva, mujeres andaluzas. Pero, ¿quiénes somos las mujeres andaluzas? ¿No construyen y resisten muchas mujeres en el territorio sin necesariamente haber nacido en la tierra? ¿Es realmente esto incuestionable?
Blessing Ulefe Nelson (Benin City, 1987) considera que los territorios tienen su propia historia y que esas historias son, en parte, desconocidas. Tras dieciséis años en un barrio obrero de Sevilla (Cerro del Águila, Sevilla), la diplomada en Enfermería y técnica de atención a personas en situación de dependencia reivindica como afroandaluza su sentimiento de pertenencia a su pueblo y plantea la necesidad de romper con la imagen homogénea de las andaluzas para hablar de feminismo andaluz: “Yo vine con quince años. Cuando tú vienes con quince años vienes sin saber el idioma. El primer año te sientes totalmente fuera de lugar pero conforme van pasando los años y vas a la adolescencia, que es cuando una se va formando su identidad, pues esos años los he pasado en Sevilla. Me guste o no me guste yo me siento sevillana. Me siento andaluza y nigeriana también. Yo no separo ni una cosa ni la otra”.
El devenir de la identidad en tránsito de Blessing le ha permitido ver semejanzas en sus dos territorios y también diferencias. Estas son, para ella, más importantes. El aporte de los feminismo territoriales, dice, debe pasar por la reivindicación de las diferencias. Eso es lo que le da sentido y lo que los convierte en necesarios: “Yo siempre digo que hay que educar en la diversidad, no en la igualdad. Porque, si se educa en la igualdad, en el momento en que ves una mínima diferencia, todo se viene abajo. Si se enseña desde la diversidad ya sabes que cada vez vas a encontrar cosas diferentes, pero si enseñas en la igualdad y encuentras algo diferente, te rompe los esquemas”.
Para la afrosevillana Blessing, el feminismo en el Estado español se sigue haciendo desde una mirada muy hegemónica y poco inclusiva. Resalta que esto es incluso más destacado en las comunidades del sur. Los movimientos del norte o centro, dice, tienen un mayor recorrido en esto incluir la interseccionalidad en la mirada. “En Andalucía es ahora cuando estamos intentando romper ese veto histórico”, asegura.
Rescatar el pasado histórico de Andalucía desde esa diversidad es tan fundamental para Adá como para Blessing, que expresa que hace poco vio el documental Gurumbé en el que se daba el dato de que el 20% de la población andaluza eran personas negras: “Yo creo que si eso en los institutos se pusiera, aunque fuera una vez cada dos meses, poco a poco la gente se iría acostumbrando a nuestra presencia […]. Sobre todo, que Andalucía debe saber que es una tierra de mezcla. Nos guste o no, es una tierra de mezcla”.
El mismo documental es reivindicado por Adá. Ella, como estudiosa del flamenco, ya sabía de sus influencias y de la importancia que tuvo la presencia de personas esclavas negras en Andalucía. De hecho, la sevillana forma parte de la Hermandad de los negritos de Sevilla a la que también perteneció su padre y pertenecen hoy sus hijos: “Yo interpreto que mi padre se une a esa Cofradía en agradecimiento porque esa hermandad se funda en principio como un hospital para ayudar a personas negras. Ellos se involucran en la hermandad como agradecimiento […]. Me bautizaron en la pila de los negritos y mis hijos todo lo han hecho ahí. Es como parte de lo nuestro”.
La vecina como sujeto político es revivida y rescatada también por ambas voces. Blessing ve en esta forma de colaborar de los barrios pobres una fuente de riqueza cultural y patrimonial: “Son apoyos y son formas de vivir que dan mucha riqueza a un entorno que al final es tu familia social y hace que tu vida sea más llevadera. Aquí, en Cerro del Águila, a partir de las ocho sacan sus sillas a la calle, tú pasas y te saludan… Al final entablas conversaciones con personas que no conoces. También ocurre que en el supermercado estás comprando en una cola y empiezas a hablar con alguien en ese momento. Son cosas que parecen insignificantes, pero que se notan cuando vas a otras partes de la ciudad”.
La vecina como sujeto político, sin embargo, no sirve a todos los propósitos sociales si no se trabaja para que la vecindad considere como propias a personas que siempre son leídas como “las otras” dentro de los propios territorios. Generar una antropología de lo cercano con el fin de que quienes nunca están formen parte de esa categoría. Desde el punto de vista de Blessing, se trata de superar la barrera del rechazo que hace que existan vecinas de primera y de segunda.
En definitiva, superar complejos, cambiar imaginarios, ensalzar las diferencias de las práctica culturales que nos llevan a mundos distintos y no a una única forma de hacer las cosas y acudir a la memoria es fundamental para la construcción de los feminismos andaluces. Pero no solo eso. Hay algo mucho más potente que se desprende de las reflexiones y experiencias de las mujeres afroandaluzas entrevistadas. Y es que los feminismos territoriales deben entender el territorio como un ente vivo en continuo tránsito. Como un cuerpo que habla, que se expresa y que no permanece quieto y pasivo ante los acontecimientos. Ponerle el micrófono al territorio implica asumir que éstos son el cuerpo de nuestras historias y experiencias colectivas. Un lugar de pasados que son presentes, de cruces, presentimientos y formas propias que son producto de muchas.Interacciones y conversaciones con la huella de la tierra y su ser identitario que nos da lecciones, formas de vivir y de resistir; y que nos muestra capítulos y cotidianos de exclusión que, a pesar de la autocrítica, seguimos reproduciendo.


Artículo publicado en El Salto. Licencia Creative Commons.
Bloque 2. Andaluzofobia por soleá
2.0. Mea culpa
“En ocasiones me da pánico regresar a Granada porque empiezo a hablar mal, como mucho. Hasta no hace mucho me sentía un poco extraña en mi propia casa. Es como si me encontrase en medio de dos realidades, y tengo la sensación de que no valiese para un estilo de vida ni para otro. Creo que hay mucho que aprender todavía y evolucionar, y quiero llegar hasta ahí”.
Estas palabras de la granaína Rosa López en las que reincido por su potencia se asemejan —poniendo mucho acento en las diferencias— con estudios de las identidades fronterizas. Antes hemos hecho alusión a que hay pueblos concrtos que encarnaron esa banda morisco pero, en términos geopolíticos, también habíamos señalado que Andalucía es física y simbólicamente una gran frontera. Hablar de frontera y entenderla así nos acerca a muchos de los sentimientos que localizamos en nosotras. Como ése que tan bien expresa Rosa López.
Gloria Anzaldúa ha hablado del conflicto identitario que supone sentirse “alienada de su cultura materna, alien en la cultura dominante”. Y siento que esta expesión —reconociendo de nuevo todas las diferencias entreel territorio que habita Anzaldúa y el andaluz— da cuerpo a sentires que no necesariamente habitan en su contxto.
Para mí es algo así como que a ciertas personas nos dijeran: “Venga, tienes que elegir. O te quedas con tus raíces o te quedas con las alas”, como si las dos cosas al tiempo no fueran posible. O como si las raíces, sólo para algunas, no nos ayudaran a ser quienes queremos ser. Abandonar para ser.
Un dato curioso en este sentido es que a personas de algunas latitudes, cuando viviemos en otros lugares, siempre nos hacen la pregunta de por qué no hems perdido el acento. Fijaos en estos programas que a veces resultan tan colonialistas tipo “Españoles por el mundo”. Cuando es una persona andaluza o de alguna otra latitud en la que el acento chirríe, esa pregunta siempre se la hacen. Sin embargo, nunca he visto que le hagan esa misma pregunta a alguien que tenga un acento que consideren neutro. Esto es así porque nuestras raíces siempre se leen como susceptibles de ser perdidas. Superadas.
*Cuando menciono a otras autora para hacer semejanzas no quiero decir que las opresiones y situaciones sean las mismas. Lo traigo porque pueden ser un símil para entender situaciones que sentimos. Un referente. Decir que, por sentir esto, ya formamos parte de las identidades de las que habla Gloria Anzaldúa me parece un reduccionismo bastante peligroso pero también creo que, si quien escribe algo en profundidad no contamina a muchas, también a esos pensamientos nosotras mismas les estamos cortando las alas. Podemos hablar desde las diferencias e incluso encontrar similitudes diferenciales. No es lo mismo y, en todo caso, conviene resaltarlo.
Si en el caso de Andaldúa, hay una historia de una mujer que ha habitado una frontera y una clara historia de choque culturales reconocidos: entre México y Estados Unidos, ¿Qué ocurre cuando ese enfrentamiento cultural no se reconoce? ¿Cuando esa frontera es difusa, cultural, discursiva, con una historia silenciada detrás? ¿Cuando se da en una historia hegemónica en la que se niega la existencia de dos culturas que conviven? ¿Qué hace que Rosa se sienta rematadamente dividida? ¿Con la sensación, incluso, de tener que elegir? ¿Qué ocurre cuando incluso se te dice que es imposible que sientas un choque cultural porque formas parte de la misma historia? ¿La historia de España?
En el caso de Rosa López, su sentimiento se traduce en un claro complejo de inferioridad. Una barrera que ella asume como propia. Algo en lo que se tiene que poner los pilas. Algo que trabajar para poder llegar a ese modelo en el que, entre otras cosas, ha tenido que desechar su acento como legítimo para poder ser reconocida como persona. En resumen, Rosa ha caído en la mentira de la meritocracia y la autoculpa y no considera que haya nada ni nadie más a quien culpar que no sea ella misma.
En este punto, me gusta siempre nombrar a la gran escritora cordobesa Remedios Zafra. En una conversación con ella se definió a sí misma como “un olivo flotante con raíces”. En su caso, sus raíces sí que han estado muy presentes:
“Crecí en un contexto humilde donde todas las familias vivían del olivar y en las casas de nuestros padres apenas había libros. Mi generación tuvo la suerte de vivir el mejor momento de la educación pública de este país. En mis ochenta palpitaba el impulso de la formación como motor que permite a las personas con menos recursos “elegir sus propios destinos”.
Ésta es una idea que se esboza en El entusiasmo y que a mí me parece sintomática de una época distinta en la que por fin los pobres que antes heredaban los trabajos de sus padres podían soñar con crear.
Muchas niñas y niños de pueblos y contextos humildes sin referentes familiares en el mundo creativo o académico, iniciamos un camino como sueño o futuro en estos territorios.
Mis raíces vitales están ahí, en la biblioteca pública de mi pueblo y en eclécticas colecciones de libros y enciclopedias incompletas que mi padre traía entonces bajo la idea de que, puesto que no había ningún libro en casa, llenarla sería bueno, no importaba con qué. Ese carácter entrópico generó preguntas por las ausencias, sobre quiénes faltaban en esos libros y por las formas de organizar las vidas escritas y el conocimiento. Supongo que mis raíces también son esas zonas de sombra del conocimiento, las periferias y lo que ha quedado excluido del marco de muchas de aquellas historias”.
Rosa también expresa un sentimiento de choque entre la gente que habita la llamada periferia y la que había el centro. Lo que se considera neutro (como el castellano) y lo que habita lo exótico o extraño. Esos lugares dentro de la ciudades a los que se presta nula atención. Que no se consideran “el centro”. Cuántas veces no habremos dicho “¿bajamos/simos al centro? Depende de la direccón de la cuesta.
Sin embargo, esa insistencia en el centralismo y lo neutro no está alejada de la imposición territorial de unos lugares frente a otros. Es más, define qué sujetos van a ser legítimos ante el discurso, quiénes tendrán un mayor acceso a los derechos y cuáles habitarán una ciudadanía de segunda. Si Rosa por hablar con su lengua materna recibe, por ejemplo, insultos o muestras de desprecio y si es a través del lenguaje como accedemos a las leyes, ¿no estamos mandando a Rosa a un lugar de exclusión?
La violencia que recibe el acento andaluz es sólo la punta del iceberg de un sinfín de violencias más que recibe Andalucía y sus formas de estar y de ser. Insistimos en que no hablar de esa idiosincrasia desde la valía que debe recibir una cultura que es distinta y que debe ser descrita y entendida desde dentro, fomenta el sentimiento de autoculpa mientras se oculta las verdaderas razones de esta violencia.
Remedios Zafra en su obra El entusiasmo rompe con la idea de meritocracia que nos han vendido. Es decir, asegura que el sistema capitalismo nos hace creer que cuanto más trabajemos más llegaremos y que +esfuerzo y méritos y sinónimo de +calidad de vida. En la obra, genera una persona llamado Sibila que nos lleva por diferentes reflexiones. Zafra expresa a través de ella lo siguiente:

“Si Sibila fuera libre no tendría que ser “valiente” y diría que no sin mirar atrás. Pero si fuera valiente quizás tendría un respaldo alimentado familiar y socialmente y construido en años de autoconfianza o en dinero para vivir, y podría permitirse el lujo de ser más decidida en sus cosas, incluso de renunciar a muchas de sus cosas. Podría permitirse el sueño de desaparecer sin miedo y de hacer sin concesiones. Pero los pobres que han leído no siempre pueden fingir que no acumulan rencor. Las mujeres que han leído no siempre pueden fingir que enfrentarse a la expectativa familiar no les importa. Quien más quien menos lleva su particular escalada larga y con frío frente a los caminos más lisos, a menudo más cortos, de tantos que se arropan en su mayor libertad o en sus linajes y, casi sin hacer, sólo con ser, ya se les espera”.
Siempre pongo el acento de una persona con acento madrileño en una entrevista de trabajo en Almería, por ejemplo. Aunque su currículum no sea el mejor, su acento le ayudará a tener una mejor imagen ante la persona entrevistada que, seguramente, compartirá esa visión del mundo de que hay cosas que valen más que otras. El acento le revestirá de cierto prestigio y linaje, aunque no lo tenga. Sólo con ser (un acento determinado) casi sin hacer, ya se le espera: ya es bien recibida. Es “de calidá”.
Sin embargo, ese “quiero llegar hasta ahí” de Rosa es la escalada larga y con frío a la que hace referencia Remedios Zafra. Esa soledad a la que nos enfrentamos quienes no hemos tenido padres o madres con formación para enfrentarse a una burocracia, o alguien que nos guiara en el camino, o simplemente hemos vivido con un acento que nos sugerían cambiar o con un estereotipo que no nos abre las puertas de buenos puestos.
La antropóloga onubense Ana Burgos relataba también en una conversación lo que le decían en Barcelona: “Oye, que aquí trabajamos ¿eh?”.
Debemos dejar de ver esto como algo sutil porque, la verdad, es que es pura violencia. Esto debería ser lo primero que deberíamos asumir. Cuando lo hacemos, somos unas exageradas. Otra forma preciosa de quitarnos razón a las andaluzas. Más adelante, hablaremos también de esto.
2.1. Sirvientas y catetas o sirvientas=catetas. La representación de las mujeres andaluzas en la Historia
*Colgaré al final de este bloque el texto de una conferencia sobre andaluzofobia que impartí en la Fundación de la Mujer de Cádiz en mayor de 2022 porque creo que con el tiempo en mi caso sí he podido poner palabras más precisas a esto. Este bloque lo escribí mucho antes de la conferencia así que . Creo que lo posterior puede ser incluso de mayor utilidad.
Os dejo este pedazo de entrevista a la antropóloga Ana Burgos:
Como vemos, la palabra “autoestima” vuelve a aparecer como adjetivo para definir la identidad de todo un pueblo. La baja autoestima nos coloca, sin miramientos, en una situación de inferioridad que generan tanto los rechazos cuando la identidad andaluza se define como los silencios cuando se evita su contextualización [últimamente la palabra autoestima me chiría también bastante porque creo que reincide en que es algo que nos hacemos a nosotras y el término ya de por sí elimina un poco el contexto. Pensamientos en alto]. ¿Cómo vamos a romper el silencio impuesto sobre esta cuestión? ¿Seremos capaces de contarnos desde historias que nos devuelvan la autoestima o volveremos a caer en los mismos patrones de autoculpa que nos excluyen?
Una buena forma de acercanos a la identidad de las mujeres andaluzas es a través de los estereotipos que se han puesto en escena y en valor a la hora de hablar de nosotras. La definición de estereotipo ya de por sí tiene que ver con mostrar una parte de verdad de la realidad pero sin contexto y contando sólo parcialmente esa realidad. Por ejemplo, sí es verdad que muchas mujeres andaluzas han sido trabajadoras del hogar en casas y cortijos. Muchas han trabajado como internas en grandes ciudades como es el caso de la Cándida Villar, una mujer de Martos (Jaén). En el libro Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien su empleador Guillermo Fesser, cuenta sus historias. La fama de Cándida fue tal que acabó trabajando con él y siendo locutora y actriz: protagonizando su propia vida. En varias partes del libro relata sus experiencias como empleada del hogar:

“Era una casa grande, con un campo grande grande que tenía higueras. Yo no hacía más que echarles de comer a las gallinas, barrer la puerta y atender a los pedidos. La señora estaba ciega de la vista por un problema en los ojos. Tenía cataratas y era una tacaña de aquí te espero. Como veía menos que el león de las Cortes, no iba a la compra ni nada. La poca comida que había la tenía encerrada bajo llave y el candado estaba oxidado. Allí, de rezar el rosaurio a todas horas y de cenar sopas de ajo no salíamos. Menos mal que yo limpiaba las gallinas y me hartaba de huevos crudos. Es que la tía era más agarrada que las lentejas quemada al fondo de la olla expresa”.
A pesar, como decimos, que esto fue así, el estereotipo no cuenta la totalidad de la valía de estas mujeres, su sabiduría, su capacidad para sobrevivir y su resiliencia, que es esa cosa de levantarte de lo más duro. Al contrario, las mujeres andaluzas que servían y sirven siguen siendo dibujadas desde un concepto que no pone nunca en valor las labores de cuidados y su importancia social. Éramos las sirvientas de cada serie de televisión desde la mofa y nuestro acento nunca representaban esos papeles a los que el imaginario daba importancia. Incluso, como bien explica la actriz andaluza María Galiana:
No ocurre lo mismo cuando el acento andaluz cuenta relatos que la Historia oficial considera relevantes. En ese caso, lo que no cuadra es que el acento esté presente para definir a un personaje que nada tiene que ver con las clases bajas. Esto mismo pasó recientemente con la serie andaluza La Peste. Varias personas pidieron que se subtitulara al no escuchar bien a los personajes —ya fuera por el sonido o la forma de hablar—. Las críticas empezaron a subir de tono hasta llegar a la violencia clasista y la andaluzofobia. El productor y humorista Manu Sánchez contestó así a esa sugerencia.
*En la foto, la Juani, personaje de la serie Médico de Familia. La chirigota gaditana Los Yesterday mencionaba esta referencia en el siguiente pasodoble
Junto al estereotipo de sirvienta (como digo sin darle el valor que estas mujeres han tenido), intrínsecamente relacionado, el de analfabetas. La tasa de analfabetización en Andalucía para personas con edades comprendidas entre los 60 y los 64 años es de 145,45* en comparación con el 15,02 de las de Castilla y León. A pesar de esta enorme diferencia, la población andaluza con edades comprendidas entre los 10 y los 14 años redujo esa diferencia a un solo punto.
* Los últimos datos que he encontrado sobre analfabetismo en el estado español bien desglosados son del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y pertenecen a 1991. No hay que confundir tasa con tanto por ciento. El número que hace referencia a la población andaluza es correcto y es superior a 100. La tasa es un coeficiente que expresa la relación entre la cantidad y la frecuencia de un fenómeno determinado, en un período de tiempo concreto. Esto nos permite ver su evolución. De hecho, en el caso de Andalucía se puede ver si introducimos también la tasa de analfabetismo en personas de 75 años y más que es de 274,11, según los datos del INE.
Esa complejo por una situación que genera tanto estigma social como la analfabetización más la violencia institucional que recibían las mujeres cuando no sabían firmar, marcadas a fuego por el funcionario de turno que prefería decirles “No sabe” en vez de sugerirles que firmara con algún garabato, ha generado verdaderas dificultades para que las mujeres andaluzas y la población de clase obrera se colocara frente a la institución para cualquier trámite. Las instituciones siempre han sido percibidas desde este sentir violento y esto es algo que seguimos percibiendo en nuestros días.
*En la foto, el carnet de identidad de mi abuela. Fijaos en lo que le pusieron en su firma
¿Cómo nos ha afectado este analfabetismo generación tras generación? ¿Acaba cuando parte de la familia accede a leer o escribir o el estigma continúa de otras maneras? ¿Lo habéis pensado? ¿Habéis heredado el miedo a echar un papel en la institución, por ejemplo? Esta percepción que las mujeres andaluzas pobres han tenido de sí mismas no han impedido, como veremos más adelante, que –con todo- las andaluzas hayan sido de otro lado grandes comunicadoras. Sí ha sido usado este estereotipo, por ejemplo, por los agresores que han ejercido y ejercen violencia contra nosotras. Por ello, es necesario y urgente que las violencias de género se analicen desde la mirada territorial.
Cuando a una mujer andaluza se la tacha de “tonta” o “analfabeta” no sólo se está usando la cuestión de género para generarle violencia sino su ser como mujer andaluza: la historia de su pueblo cargando con este completo de analfabetismo. En definitiva, la triple opresión que señalaba la poeta Olalla Castro: como mujer, pobre y andaluza. El relato de la granaína Ana Orantes así lo demostró.
Incrusto abajo la serie de podcast Lo conocí en un Corpus que indaga sobre lo ocurrido en el caso de Ana Arantes donde, además, hubo violencia institucional. Un trabajo de investigación de la periodista Noemí López Trujillo.
Conviene además matizar que, como quizás ya he expresado antes, meterse con la forma de hablar de todo un pueblo no debe quedarse como un hecho anecdótico que nos resulta irrelevante. Ridiculizar el acento de un pueblo es quitarle su voz y su legitimitidad ciudadana en un sistema donde ser sujeta de derecho tiene que ver con la palabra. Es a través del lenguaje que accedemos a las normas y derechos ciudadanos y es a través del lenguaje que obtenemos reconocimiento social.
Tener que cambiar tu acento para que se te escuche, que cuando hables algo “serio” (desde sus conceptos de seriedad) y que te digan que eres graciosa o callar de manera sistemática porque la sociedad te ha generado vergüenza es algo que el pueblo andaluz ha sufrido por siglos. Si, además, eres mujer y el estereotipo del servilismo te dibuja como una persona que tiene que estar al servicio de la gente y sus discursos, que no puede levantar demasiado la voz, que te has criado con vecinas o hermanas llamando “mi señora” a su empleadora… ya no sólo se trata de una cuestión de acentos.
Básicamente a las mujeres andaluzas nos han intentando quitar la voz. Las dinámicas cortijeras se han trasladado a todo el estado español. ¿Cómo accedemos también al sentimiento de trabajadora de pleno derecho bajo estas dinámicas cortijeras?
Marisol, una vecina de 63 años de Balerma (Almería)me contó cómo una profesora pegaban en el colegio al alumnado que hablaba con la z y cómo, cuando llegaba a su casa hablando con la s, su padre le gritaba. Ella decía que, de nuevo y como Rosa, se encontraba entre dos mundos: “Ente dos fuegos me encontraba yo: la s y la z”.
También me contaba cómo a las trabajadoras y trabajadores del campo se les incitaba a llamar “amos” y “amas”. Ni siquiera ese sentimiento de clase que se presupone único es igual en el caso de Andalucía. El sentir al que hemos accedido al mundo como trabajadoras es muy distinto. Muy diferentes nuestros puntos de partida. La cuestión de clase no nos lleva a identidades homogéneas y las diferencias son importantes. No para hacer una guerra de opresiones. Por otros muchos motivos. Para poner en evidencia todas las estrategias del sistema. Para no centrarnos en una formad de vivenciar la clase que tape a las otras y porque, como decimos, no todo es clase. Es una parte interrelacionada de nuestras identidades pero las vivencias nunca son las misma.
Si a las mujeres en términos generales se nos pone en cuestión cuando exigimos nuestro derecho a ser tratadas como ciudadanas (no olvidemos que la violencia de género es la única donde se mencionan las denuncias falsas únicamente porque las palabras de las mujeres se ponen siempre en cuestión), si le sumas que tu forma de hablar y tu acento ha sido castigado históricamente, tenemos el pack completo para sentirnos violentadas en nuestras intervenciones públicas.
La trabajadora social y Máster en Género chiclanera, Ana Rosado, describe este sentimiento muy bien asegurando que ocurre incluso dentro del propio movimiento feminista. Según ella, hay una admiración sistemática que se produce en el Sur para con el feminismo del Norte o el centro del Estado ya que, dice, se suele dar gran valor a lo que las compañeras feministas hacen, por ejemplo, en Cataluña, País Vasco o Madrid. Asegura que éstas son culturas y acentos que relacionamos de inmediato con el buen hacer y el trabajo bien hecho, entre otras cosas, porque se ha interiorizado que en determinadas zonas la calidad es mayor, simplemente porque provienen de esos contextos.
En el caso de Andalucía, considera que ocurre justo lo contrario y que la cultura andaluza no es percibida como un valor añadido de calidad y legitimador de las iniciativas que se realizan desde el Sur: “No te suma tu cultura, eres más tonta si eres del Sur”. Ana Burgos comentaba en ese mismo reportaje además que el trabajo de las personas andaluzas se cuestiona más y que en su caso ha tenido que demostrar más debido a este prejuicio.
2.2. Dicen de mí… Andaluzofobia histórica
Quien crea que esta falta de autoestima nace de la nada, está en el máximo grado de la equivocación. Muchos han sido los esfuerzos realizados (hablados, escritos, de manera audiovisual) para denigrar al pueblo andaluz e intentar rebajar sus intentos de luchar contra eso. Si te generan falta de autoestima, quienes te oprimen ya tienen un enorme terreno ganado.
La obra Visiones sobre Andalucía de Fancisco Contreras Gil recoge diferentes cosas dichas sobre Andalucía históricamente. Entre ellas, se encuentran la siguiente perlas…
EUGENIO NOEL (1885-1936) escritor madrileño. “El pueblo andaluz es un pueblo macerado e irredento. Primera materia admirable de pueblo, pronto a la asimilación, heredero de ilustraciones y civilizaciones que influyeron en el universo, ha dejado hacer al clima y al cacique, y hoy es víctima de los dos. Lo sabe, y se defiende con la ironía, que el sol dora con el resplandor fugitivo de la gracia. Al latifundio no opone una sublevación de campesinos: se contenta quemando la paja de una era, algunas avanzadas de cereales o parcelas de montes.
Al cacique no sabe vencerle sino con su torero*. Pocos han pensado que la raíz más fuerte de la idolatría taurómaca en el pueblo andaluz no es valor o la elegancia o la destreza, sino la visión deslumbradora de un pobre hijo de sus entrañas, ayer golfillo, polvo, nada, que con su voluntad y por solo su esfuerzo se eleva con increíble rapidez nada menos que a tirano de ese cacique, a igual, casándose con sus hijas, paseando en sus coches, comprándole sus cortijos, en cuyos umbrales, y como un perro, durmió cuando el duro aprendizaje de las capeas, venciéndole en su terreno, de poder a poder. Se satisface con poco. El sol le da una vida falsa, luz, colores, alcohol, gazpacho; su imaginación suple lo demás. No conoce el valor del claroscuro, el término medio, las tintas que dan relieve o difuminan. Vive de sobresaltos, de primeras impresiones, de corazonadas, de arrebatos devoradores, que terminan en súplicas cobardes y lastimeras.”
*Interesante aquí la reflexión de la investigadora Lidia García García sobre cómo la copla y el toreo eran las únicas formas de ascenso social entre las mujeres y hombres pobres andaluces.
[De Señoritos chulos, fenómenos, gitanos y flamencos]. Fijaos en la estigmatización junto a la del pueblo gitano andaluz.
HENRY DAVID INGLIS (1795-1835) fue un escritor de viajes escocés y periodista. “Una de las diferencias más perceptibles entre Madrid y Sevilla es la cantidad de individuos andrajosos y pordioseros que se ven en la segunda. Por otro lado, ¡es tan fácil vivir en Andalucía”; dad a cualquier vago zarrapastroso un bollo de pan*, y en un instante habrá hecho un agujero en el centro, habrá mendigado un poco de aceite, que nadie le niega, y echándolo en el boquete, empezará a cortar rebanadas y a mojarlas en el sustancioso líquido, con lo cual ya habrá comido para el resto del día; si le diésemos, por el contrario, una moneda de dos cuartos, dudaría entre un “gazpacho” [sic] (que es aquí la gasolina de las masas), que sólo requiere un poco de vinagre, aceite y cebolla, o un gran racimo de uvas que ya quisiera para postre cualquier príncipe ruso. Es decir, que no trabaja porque no lo necesita; se viste de andrajos y no tiene casa, pero en un país como éste, donde el sol brille todos los días, tampoco éstas resultan privaciones muy grandes.
*La filósofa y catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia Adela Cortina acuñó en los años noventa el término aporofobia para hacer referencia al miedo y rechazo hacia la pobreza y hacia las personas pobres.
Las clases altas y medias de Sevilla viven con más lujo, pero no mejor que los madrileños del mismo rango, pues lo que en Castilla no se considera lujo, en Andalucía lo es, y ello es debido, sobre todo, al clima, que hace a ciertas cosas infinitamente deseables y aun necesarias; me refiero a cosas como el agua helada, la limonada, las naranjas, las granadas y los higos chumbos; o un fresco patio al que retirarse, con una fuente o un pilón; o las habitaciones de verano en el piso bajo, y las de invierno en el alto, buscando el sol. Todo esto son cosa que el clima andaluz transforma en lujos, e incluso en requisitos indispensables para vivir cómoda y saludablemente. Por otra parte, el andaluz lleva gran ventaja al castellano en materia de alimentación; bien se verdad que toma su puchero, lo mismo que los naturales de otras provincias más septentrionales, pero toma un puchero de mejores ingredientes que en Castilla, pues en Andalucía el cerdo es excelente, alimentado como está de bellota, y las verduras son, sin lugar a dudas, las mejores del mundo”.
[De Spain in 1830, 2 vols. Whittaker, Treacher & Co.; seleccionado y reproducido de Alberich, José, Del Támesis al Guadalquivir. Antología de viajeros ingleses e la Sevilla del siglo XIX. Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Col. De bolsillo nº 46, 1976.].
GEORGE BORROW (1803 – 1881) fue un escritor inglés de novelas y de libros de viaje basado en sus propias experiencias en Europa. “Los andaluces de la clase alta son probablemente, en términos generales, lo seres más necios y vanos de la especie humana, sin otros gustos que los goces sensuales, la ostentación en el vestir y las conversaciones obscenas. Su insolencia sólo tiene igual en su bajeza, y su prodigalidad, en su avaricia. Las clases bajas son un poquito mejores que las de posición elevada; verdad es que no puede alabarse el nivel de su moralidad: son engañosos, camorristas y vengativos; pero son, en general, más corteses y, con toda seguridad, no más ignorantes.
A los andaluces, en general, los tienen en muy baja estimación los demás españoles y aun los de mejor posición tropiezan con dificultades para ser admitidos en las tertulias respetables de Madrid, donde, si logran entrar, son invariablemente ridiculizados por los gestos y ademanes absurdos en que se complacen, por su inclinación a la jactancia, sus exageraciones, su curioso acento y la manera incorrecta de pronunciar el castellano.
En una palabra: los andaluces, en todas las cualidades del carácter, se hallan por debajo de los otros españoles como el país que aquellos habitan es superior en belleza y fertilidad a las demás provincias de España.
[De La Biblia en España, traducción de Manuel Azaña, Alianza Editorial (1970); Alberich, José, Del Támesis al Guadalquivir. Antología de viajeros ingleses en la Sevilla del siglo XIX. Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Col. De Bolsillo nº 46, 1976.]
¡Cómo pa tener autoestima COPÓN!
2.3. Andaluzas: O más “sueltas” o más machistas.
Aunque el prototipo de la andaluza exótica ha estado fuertemente ligado a la figura de la cigarrera gitana Carmen y a los imaginarios de los libros de viajes del Romanticismo ubicados en Andalucía; no se limita a esa figura y tampoco afecta únicamente a las mujeres gitanas*. La la mayoría de mujeres andaluzas se las ha usado como reclamo turístico e históricamente, hemos sido unas de las más “exótizadas” por el estado español.

Una de las razones es que no sólo se nos vincula inmediatamente con las mujeres gitanas andaluzas, sino que el estereotipo descansa además en la imagen que se tiene de las mujer andalusí (más abajo el párrafo que relacionaba la fábrica de tabaco donde trabajaban mujeres andaluzas con un harén). Es común que nos digan que tenemos “ojos moros”, no para destacar un fin histórico sino por la mera tarea de exotizarnos.
*Para abordar la cuestión de las mujeres gitanas no querría dejar de mencionar que, aunque aquí se recogen referentes, acnsejo muchísimo seguir para saber de este tema a figuras como Noelia Cortés (que es una poeta increíble), Sandra Heredia o Silvia Agüero y al potente feminismo gitano generado entre todas ellas y más.

Ana Rosado cuenta, por ejemplo, los comentarios que escuchaba en su adolescencia sobre las andaluzas:
“A los 16 están muy desarrolladas y a los 20 son unas abuelas”. La palabra “abuela” por otra parte ahí siendo tan despectiva hacia las mujeres mayores. En fin…
Este afán en concentrar la mirada en el cuerpo de las mujeres andaluzas como objeto de los deseos ajenos también ha estado presente en escritos antiguos. Vemos dos ejemplos:
PIERRE LOUYS (1870-1925) poeta belga. “La señorita Lola es como para subrayarla en rojo. Tiene la nariz andaluza tan graciosamente aguileña, como un signo de interrogación invertido, unos ojos rajados con una pureza de compás; los brazos y el talle delgados y el pecho prominente. Es un pura sangre.
Después de la cena, un compañero de mesa que se autodenomina marqués de Ravenel, nos lleva a la calle de las Sierpes a ver bailar a las sevillanas. Por fin una de ellas, la señorita Lola, es bonita. La hacemos venir a nuestra mesa después de haberle echado unos ramilletes de cuatro perras. Dice que tiene dieciséis años y que es virgen.
En la Fábrica de Tabaco: <<Entré y entré solo (a la Fábrica de Tabacos), lo cual es un privilegio pues como usted sabe, los visitantes son guiados por un vigilante en este inmenso harén de cuatro mil ochocientas mujeres, tan libres en sus modales y propósitos. Aquel día, como le he dicho era tórrido, no usaban de ninguna discreción en aprovecharse de la tolerancia que les permitía desnudarse a su antojo en la insostenible atmósfera en la que viven de junio a septiembre”.
[De La mirada del otro. Un recorrido por los viajeros extranjeros del XIX y XX]
Dos puntualizaciones. En primer lugar, comparar a las mujeres andaluzas con caballos pura sangre. En segundo, ir a una fábrica (espacio laboral) y ser incapaz de ver a trabajadoras. Traer a este espacio la palabra harén y creer que ese término define tu creencia de que todas estas mujeres te pertenecen.
Pero fijaos en otro detalle más curioso aún. El autor habla de mujeres libres en sus modales. Y es que durante aquello que se llamó “Romanticismo andaluz” (S.XIX), se generó desde el extranjero esta imagen de mujeres andaluzas —inseparables como decimos de la figura de las mujeres gitanas— liberadas sexualmente. Se da en un momento en el que lo hegemónico dicta una imagen de “mujer de su casa”.
La visión que todavía se tiene de las andaluzas proviene, en parte, de la literatura de viajes del siglo XIX. El autor Manuel Bernal recoge en una antología (tenéis la referencia en material extra) estas visiones asegurando que básicamente se alababa el territorio pero se despreciaba a su gente. El mundo quería, según él, a una “Andalucía sin andaluces”. El mensaje llega a nuestros días con la cuestión turística en la que se invita a la gente a abandonar las formas para encajar en una educación extranjera. Recordemos cuando en Málaga algunos bares impidieron entrar a las mujeres en bata por cuestiones de respeto.
Los autores más destacados de este imaginario romántico fueron Irving, Ford, Gautier, Borrow, Mérimée, etc. El también llamado “Costumbrismo andaluz” incluye obras de arte que acentúan una idea concreta del pueblo andaluz y de la mujeres andaluzas.


Ellos bandoleros, nosotras “exóticas libertinas”. Por tanto, el imaginario coloca a las mujeres del sur local como “las otras”. Sin embargo, cuando el feminismo empieza a reivindicar la libertad sexual como transgresora, no coge a estas mujeres como referentes y, no sólo eso, sino que le da la vuelta y se genera una imagen de las mujeres andaluzas como más machistas por familiares, por tener familias más numerosas… más tradicionales. Las mujeres gitanas, por ejemplo, han sufrido esto de nunca ser referentes aun cuando tenía mucho sentido que lo fueran.
Cuando la mojigatería se impone, las mujeres del sur son vistas como “pura sangre de la sexualidad”, cuando es la liberación sexual la que se usa de referente, no sólo no estamos ahí sino que se nos estereotipa como las más machistas y tradicionales. ¿Qué sucede?
*En el imaginario extranjero muchos autores nos reducían a lo mismo por no querer ver más allá. Las persecuciones sufridas en el estado español por el pueblo gitano son terribles y tenemos que ponernos las pilas en exigir reparación, sobre todo en Andalucía donde hay la mayor presencia.
En la segunda línea del estereotipo (mujeres encerradas en sus casas debido al supuesto mayor machismo de la sociedad andaluza) se encuentra el siguiente escrito:
RICHARD FORD (1796-1858), hispanófilo británico. Dedicó tres años de su vida a viajar por España. “La mejor forma de hacerse una idea de la vida y las maneras de Andalucía es describir las casas de Sevilla… Esta ciudad … está llena de callejas tortuosas, estrechas, retorcidas. Es muy fácil perderse en este laberinto. Las casas son sólidas y tienen un aspecto por fuera como de cárceles a causa de las rejas de hierro que protegen las ventanas, porque niñas y viñas son mal a guardar. Esta celosías han sobrevivido, y son recuerdo de maridos celosos, raza ahora casi extinguida y que como las dueñas españolas, brujas, dragones y otros centinelas medievales para damiselas de virtud sospechosa, han quedado relegados para que los novelistas extraigan moralejas o adornen un relato. Desde la revolución francesa ser celoso no es ya de bon ton, y se considera costumbre vulgar. Entre las clases bajas, sin embargo, la pasión de ojos verdes sigue ardiendo con tonos de venganza morisca dignos de Otelo, y se diga lo que se quiera de las clases altas, lo cierto es que no hay cortejos ni cavaliere serventes entre los numerosos humildes… Los profundos alféizares de las ventanas españolas se ven frecuentemente convertidos en gabinetes íntimos, y sombreados con toldos: en ellos el sexo atezado se sienta a tomar el aire y hacer ejercicio cantando como mirlos enjaulados, bordando y mirando a la calle y siendo miradas; y ciertamente, estos seres superiores, cuando soe les ve en sus balcones desde abajo, son, como dice Byron, más interesantes que los cuadros de Giorgione.
Esta costumbre se considera incurable, mujer ventanera tuércele el cuello si la quieres buena, o sea que el remedio para una mujer que siempre está sacando la cabeza por la ventana es torcerle el cuello. Estos barrotes recuerdan los enrejados del harén [y dale con el harén…], detrás de los cuales se esconden las damas orientales y, como ellas, las andaluzas no se quejan del aparente entierro. La tolerancia no es en el fondo más que indiferencia, y son guardadas como tesoros preciosos. Están seguras detrás de las rejas contra todo, excepto las miradas, la artillería ligera de Cupido, las serenatas y los requiebros o expresiones de cumplido y cariño, contra las que ellas no tienen nada que oponer. Encerradas adquieren aspecto de monjas, lo que ciertamente no son, o de princesas cautivas de los romances, hasta tal punto que todos los hombres de corazón tierno se sienten imperiosamente dispuestos a liberarlas de la aparentemente vil mazmorra.
[De Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa, Ediciones Turner, Madrid, 1981]
Aunque, como he dicho, los estereotipos usan parte de la realidad social para desvirtuarla y resaltar sólo algunos aspectos —por ejemplo, no olvidemos obras como La Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca— no podemos negar que estas realidades de encierros, silencios y lutos eternos han sido padecidos por nuestras antepasadas andaluzas y siguen existiendo y obligados a ser asumidos por mujeres en mayor situación de vulnerabilidad en la actualidad. Por ejemplo, las trabajadoras internas a quienes se le priva de la libertad y que son mujeres que se encuentran bajo experiencias migratorias.
Con todo, forma parte de lo que hemos sido y seguimos siendo.
Pausa pa café o lo que encarte

¿Qué ocurría con la vida de las mujeres andaluzas que eran usadas para generar estos estereotipos? Soledad Castillero cuenta en este artículo ¿Por qué no se ríe la Chiquita Piconera?
Abajo os dejo el vídeo donde la mujer representada en el cuadro cuenta cómo esto no sólo no mejoró su existencia sino que la hundió en muchos aspectos.
¿Qué conclusiones podemos sacar de este caso? ¿Cuál es la relación entre ficción-obra y realidad en casos como estos?
Un caso parecido lo encontramos en Pepa Flores (Marisol). ¿Cómo destrozan vidas la generación de imaginarios?
2.4. La diversidad cultural como mancha
En primer lugar, y debido a las situación que Andalucía tiene como frontera y punto estratégico y accesible para la explotación y ataque de otros territorios (recuerdo que las bases militares de Rota y Morón están aquí) Andalucía ha sido una tierra de cambios convulsos. La presencia y convivencia durante siglos de culturas bien distintas en el territorio hace que Andalucía sea percibida desde fuera desde los mismos estereotipos y prejuicios que arrastran las culturas que la conforman y que la conformaron.
En definitiva, si España para SER construye “un otro” que es la cultura musulmana*, Andalucía —debido a prácticamente ocho siglos de Al-Ándalus que el discurso oficial reduce a una anécdota residual de España— era el primer objetivo para esa construcción. Si España, para construir su ficción identitaria, necesitó construir un discurso de pureza de sangre (Inquisición), la diversidad andaluza no respondía a ese discurso. Esta diversidad cultural será rescatada en los textos de viajeros extranjeros mencionando el “legado moro” o “morisco” (como se menciona en el último texto) y la presencia de la cultura gitana-andaluza pero como un TODO en el que no existen diferencias identitarias.
*Que la idea de España se construye generando un discurso de odio contra lo que ha llamado “lo moro” es evidente también en nuestros días. A pesar de que las expulsiones llevadas a cabo contra moriscos, personas judías y gitanas no sólo afectaron a musulmanes conversos, finalmente el relato se centró en un discurso islamafobófico (andalusí) que ha llegado hasta nuestros días.
Prueba de ello es que, a día de hoy, el pueblo sefardí que sufrió la expulsión a causa de la creación de la Marca España puede reclamar la nacionalidad española.
No han recibido el mismo tratamiento el pueblo morisco. Como Olala Castro expresó en textos anteriores, influye que el la mal llamada “Reconquista” genera un enemigo claro.
En el caso de las mujeres, el estereotipo de mujer andaluza como “hembra salvaje y exótica” (a veces víctimas de las pasiones impuestas en su tierra) pesará sobre muchas mujeres andaluzas aunque éste no va a ser el rasgo principal en la exotización de todas.
Se produce en la la mirada extranjera un rebujo, una fusión en la identidad territorial andaluza donde se vuelca todo lo que no es deseable sin mayores diferencias. Andalucía es contaminación para la pureza inquisidora.
*El término pureza no tiene únciamente este sentido y me parece tambi´´en interesante recuperar los significantes que para nosotras sí tienen un origen en la libertad y la autenticidad. Me pasa un poco lo mismo con el término verdad cuando, por ejemplo, decimos que una persona tiene verdad cantando o expresándose.
En definitiva, se establece una tendencia a escoger los elementos sobre los que se tienen mayores prejuicios de las culturas que han formado y forman parte de Andalucía para proceder a su estigmatización. En otras palabras, se podría llegar a afirmar que se mencionan los legados andaluces sobre los que se tiene mayores prejuicios para afirmar —o dejar caer más bien- que Andalucía no es del todo pura—, del todo blanca, que está contaminada y que es contaminación viene de su mezcla.
Ojo, esto no quiere decir que las personas blancas en Andalucía sufran racismo. Lo que sufren es las consecuencias de un discurso sobre la pureza.
Estos discursos casan perfectamente con los discursos sobre limpieza de sangre establecidos durante siglos en el territorio por la Corona de Castilla.
En definitiva, la andaluzofobia tiene también en su origen la imposición de la pureza de sangre que fue el germen de la Inquisición fuertemente implantada en el territorio y que persiguió a población morisca, gitana, judía… a mujeres consideradas brujas. El territorio se considera contaminado y, por tanto, quienes lo habitan, son leídas bajo esa contaminación.
Si para ejercer la ciudadanía a nivel individual se premia el tanto por ciento de ciudad que tienes en el cuerpo frente al pueblo y al campo (porque quienes tenemos más de esto último somos definidas como catetas), a nivel territorio y colectivo se nos rechaza por el tanto por ciento de diversidad cultural que nuestro territorio ha tenido y tiene y también por el tanto por ciento de cultura islámica o andalusí, entre otras.
En ese sentido, las culturas de Despeñaperros para abajo como Murcia y Extremadura tenemos muchos más años de presencia de diversidad y presencia musulmana, gitana y judía… que las otras. Sin que se pueda llega a hablar de racismo, históricamente Andalucía es menos blanca y PURA. Lo es simbólicamente para el imaginario colectivo y queda de manifiesto cuando, para describir la cultura desde una mirada extranjera, se hace alusión a palabras como “harén” o “morisco”.
Sin saber tampoco el grado de impacto y rechazo que han tenido unas identidades frente a otras, la identidad individual es leída como una extensión del propio territorio. Por eso, al menos para mí, podríamos hablar más de “mirada territorial”.
Por ejemplo, frente a las identidades anteriormente mencionadas, el movimiento antirracista lleva ya tiempo reclamando su lugar tambi´én en la historia andaluza ya que, como frontera, los puertos andaluces sirvieron durante años al mercado de personas en situación de esclavitud. Cuentas como Biznegra trabajan para crear una memoria afrodescendiente andaluza.
Dentro del tratamiento que hacemos sobre el territorio, no podemos olvidar nuestras diferencia y nuestros privilegios.
¿Sabías que el 20% de la población de Cádiz era negra?
2.5. Esencialización, españoliación y folclorización
La escritora y poeta gitana andaluza Noelia Cortés —muy conocedora de la obra del granaíno Federico García Lorca y otras autorías— expresa lo siguiente en una conversación que tuvimos:
P. ¿Qué es para ti Andalucía? ¿Cómo te ha marcado? ¿ha variado tu visión sobre este territorio a lo largo de los años?
R: Ha variado porque de niña creía que era “lo normal”, pero al conocer otros lugares, estudiar historia y desarrollar capacidades analíticas más complejas me di cuenta de que era muy peculiar. De que no todo el mundo tenía la suerte de sentir a través de ella, y de que era un lugar muy maltratado por el resto de país mientras cogían todo su imaginario y lo vendían como “cultura de España”. Por ejemplo: hay mucha gente que considera que Rafael de León copiaba a Federico García Lorca, cuando lo que ocurre es que los dos escribían en andaluz. Se empeñaban en verlos como “poetas de España”, pero en toda la obra de ambos estaba Andalucía latiendo a cada momento. Ahora tenemos los poemarios del Migue Benítez y de la Gata Cattana, y están escritos en andaluz también. Se acercan a la manera de sentir el mundo de cualquiera de nosotros.
Noelia Cortés cuenta aquí cómo se ha usado la creatividad de las identidades andaluzas para la Marca España. Si afirmamos que Andalucía y España son lo mismo ¿cómo vamos a poder verbalizar este robo? Si se niega que Andalucía tiene una historia y una cultura propia, ¿cómo se va a poder hablar de expropiación o apropiación de toda una cultura?
Mientras a Andalucía se le llama “cateta” desde ese centralismo impuesto, su saber cultural ha sido usado al antojo por España para atraer al territorio público extranjero. Si preguntamos en el exterior, ¿cuál es la cultura española? Todo el mundo hablaría de expresiones culturales que tienen su origen en este territorio. Sin embargo, nadie diría que eso es cultura andaluza sino española.
Este olvido que quita las personas culturalmente potentes el apellido de “andaluza” desaparece la huella de la aportación de esta tierra al conjunto de saberes del estado español. Mientras el pueblo andaluz engrandece la Marca España, ésta se dirige a éste como “cateto”.
Figuras como la de Pepa Flores (Marisol) describen a la perfección este sometimiento. La niña Flores fue arrancada de su tierra (Málaga) y de su familia. Su pelo fue teñido de rubio para poder representar mejor esa pureza española que sería homenajeada en el Franquismo. Se usa su arte, se explota… mientras su pueblo se muere de hambre y ella misma de tristeza.
Las llamadas “folclóricas” de las que hablaremos más adelante han tenido una función parecida. Además de ser mujeres transgresoras no han sido vistas nunca –en su mayoría eran andaluzas de orígenes humildes- como voces que pudieran aportar más allá del folclore, por ejemplo a nivel político. Aunque poderosas, nunca se las tomó muy en serio y se ridiculizaban constantemente su acento y sus formas. Recordemos con qué mofa se trataba a una mujer como Carmen Sevilla en su madurez. El apelativo “folclórica” tiene también un tufillo clasista que hoy algunas intentamos resignificar. ¿No hacen- hicieron las folclóricas cultura? ¿Es el folclore a la cultura lo que la artesanía al arte? Y, lo más importante, ¿Por qué Mari Carmen?
En parte, se considera que si eres andaluza y haces arte lo llevas en la sangre, que no existe un trabajo de aprendizaje y construcción cultural de fondo. Es decir, se esencializa el trabajo. Y, por tanto, no se valora. Al igual que ocurre con la cuestión de las mujeres y la maternidad o los cuidados. Al considerar que hay un instinto maternal, se nos olvida que la maternidad se hace día a día, se aprende día a día, se construye: que hay un trabajo detrás y, por tanto, un esfuerzo y un enorme mérito.
Reducir Andalucía a un folclore que parece que no cuesta, que no se trabaja, que se hace solo; es otar forma de minimizar el increíble esfuerzo depositado en su patrimonio. ¿Cuánto ensaya una chirigota ilegal hasta su puesta en escena? Si la feria de Sevilla se llevara a cabo en otro lugar, ¿no estaríamos hablando de la increíble capacidad organizativa de sus lugareños?
2.6. Violencia económica
Violencia simbólica, exotización, esencialización, estigmatización, inferiorización, españolización… son algunas de las cuestiones que definen la andaluzofobia.
Todas tienen como consecuencia el despojo, la anulación de la historia y la voz y, por tanto, el intento de desmantelar y que sea difícil de legitimar y de decodificar las resistencias internas que existen y mucho.
Todo ello, tiene como consecuencia la última violencia a la que vamos a hacer referencia: la económica. Ya hemos visto datos al respecto en el Bloque anterior. Os dejo con este artículo:
El Salto Andalucía: Mujer y andaluza, el rostro de la pobreza en España.
Los datos de las migraciones entre comunidades también es impactante:
Cuando el saldo migratorio es negativo, la población disminuye y hay más emigrantes que inmigrantes. La población andaluza lleva protagonizado exilios forzados durante siglos y está desparramada tanto por la ibérica como por otros territorios.
*Es interesante también el término sexilio usado para nombrar los exilios que se producen por homofobia, lesbofobia, transfobia, bifobia… (más de los pueblos a las ciudades).
Las historias de familias andaluzas donde las mujeres han sido y son cabeza de familia se amontonan en nuestros barrios y cercanías. La precariedad laboral a la que se enfrentan, la necesidad de simultanear varios trabajos a la vez, su desgaste físico y emocional, la doble carga para poder compaginar trabajos y cuidados.
No existen oportunidades laborales para quienes deciden entrar a la formación reglada y las que hay no ofrecen ningún tipo de estabilidad.
No podemos olvidar que andaluzofobia es esto. Es derruir tanto la autoestima como las capacidades de todo un pueblo hasta que llega a este nivel de pobreza también material. Generada claro. Cuando hablamos de pobreza hablamos de mermbar los recursos. No de que no los tengamos.
Nosotras no somos parte diferente de esta historia colectiva. Nos toca y nos salpica nuestros orígenes como a las que más. Nuestra historia —diferente a como el individualismo extremo del capitalismo pregona— ni empieza en nosotras ni acabará en nosotras. Llevamos encima ese ese “¿Qué vamos a hacer Manolo?” que tu madre nunca quiso que escucharas. Pero tú lo escuchaste. Tuvimos un pase para estudiar, hacer una carrera y olvidarlo pero en nuestras infancias tenemos aún los susurros de las noches en las que se ideaba un plan para comer al siguiente día, los gritos ahogados de nuestras madres y la desesperación porque no había. Aunque esa identidad sólo aparezca entre susurros, muchas estamos empezando a ponerle palabras porque contextualizar todas las historias pasadas también es sanar la nuestra.
Para conocer las frases que políticos y políticas han usado desde la andaluzofobia para definir al pueblo andaluz, os dejo dos artículos que escribí que hacen un recorrido por esto mismo:
Existen políticas andaluzas, ¡superadlo!
*Adjunto Conferencia sobre Andaluzofobia que realicé para la Fundación de la Mujer en Cádiz donde hago una definición aproximada de lo que para mí sería Andaluzofobia. Aquí lo podéis ver en Vídeo.
En primer lugar, agradecer a la Fundación de la mujer de Cádiz tanto el espacio como los cuidados feministas recibidos y reconocidos también en el camino.
Por supuesto decir que lo que voy a decir es parte de una subjetividad que aspira a sentirse legítima. Que, poco a poco, lo siente. Como muchas autoras feministas han apuntado, lo que históricamente se ha considerado objetivo es un cuadro y una feria de muestras de innumerables egos.
Sin embargo, que hable desde esta subjetividad que además considero colectiva no quiere decir que mi intervención no sea rigurosa. Será rigurosamente subjetiva. Lo que quiere decir es, entre otras cosas, simplemente que tengo un cuerpo que no me puedo quitar de encima y que me sostiene una tierra y que considero que tener que alejarme de ello para producir conocimiento es imposible.
He hecho un vídeo recopilario que voy a poner a continuación que creo que recoge muy bien el recorrido que las mujeres andaluzas de orígenes pobres hacemos desde la violencia institucional y simbólica como punto de partida hasta nuestra propia experiencia como sujetos que “no saben”. Que son desposeídas de su valor, que son desposeídas de su sabiduría. Que es una de las manifestaciones más fuertes que nosotras experimentamos en esta dinámica estatal.
Se deslegitima nuestro devenir y nuestro saber no solamente por ser mujeres sino por ser de orígenes pobres y por ser andaluzas. Obviamente esto no recoge todas las interseccionalidades que las mujeres andaluzas pueden experimentar pero aquí vamos a fijarnos en la discriminación donde Andalucía es la clave porque es ese origen el que se cita en el acto de exclusión.
Antes de empezar el vídeo, quiero poner contexto a las últimas tres mujeres que van a salir en él. Obviamente todo lo que se diga en este vídeo va dirigido al pueblo andaluz y las figuras a las que se violentan son andaluzas.
Rosa López, una andaluza a la que se la conocerá luego como “Rosa de España”. Que fue una artista que hace muchos años ganó la primera edición del programa Operación Triunfo. Que fue un fenómeno de masas. Y ella nos cuenta cómo se sintió en ese proceso. De un pueblo de Granada a todo lo demás.
Va a aparecer muy poquito Ana Orantes. Una mujer andaluza que sufrió violencia machista y decidió contar su historia en Canal Sur. Poco tiempo después fue brutalmente asesinada. Su relato fue clave. Gracias al relato de Ana Orantes junto al de muchas feministas que llevaban años reivindicando esto, el Código Penal se modificó. Se dejó de llamar parricidio a lo que se empezó a llamar Violencia de género. Recomiendo por cierto una serie de podcast que hacen un recorrido por la vida de Ana Orantes. Se llaman “Lo conocí en un corpus”.
Al final final del vídeo aparece Mala Rodríguez rapera, cantante de orígenes gitano andaluces. No se escapa que el antigitanismo genera una violencia diferente a la que pueda sufrir una andaluza no gitana pero la traigo porque ella misma ha manifestando la cuestión andaluza en muchas entrevistas y la andaluzofobia parece interpelarle bastante en sus declaraciones. Es algo que le atraviesa y tiene que ver con lo que manifiesta en este vídeo.
Contaba La Mala en elDiario de Sevilla:
–Yo quería mostrarme tal como soy, hablar de lo mío. Como mujer andaluza, hay mucha verdad y muchos guiños a mi familia y a lo que he vivido de niña y de mayor en mis canciones.
Un aula vacía.
Dice la política que el alumnao andaluz no tiene mesas para sentarse. Sí que hay mesas pero es que aquí somos más de sentamos en las sillas. Es una costumbre muy antigua.
Me parece que las declaraciones de Rosa López son de un valor incalculpable. .
Ella habla de vergüenza, habla de cultura, habla de “tengo que llegar hasta allí”, habla de retroceder. Obviamente se impone consantemente una idea de desarrollo bajo un prisma determinado. Un desarrollo que no encuentra base en su stierra. Un desarrollo que no tiene su acento, que no tiene su expresividad. Llega incluso a decir que lo aprendido en su casa no vale para nada en ese otro mundo. Ella tiene que superar su cultura para sentirse válida. Perder su acento para sentirse válida.
Ella dice:
-Es como si me encontrase en medio de dos realidades, y tengo la sensación de que no valiese para un estilo de vida ni para otro. Creo que hay mucho que aprender todavía y evolucionar, y quiero llegar hasta ahí,
Ese “como”… Es vivenciar un choque cultural no reconocido. Habitar una frontera desdibujada que no se ha permitido verbalizar porque el devenir propio, la historia propia de Andalucía se ha contado como un capítulo de la española. Si yo soy española dónde está el choque cultural. Donde está lo uno y lo otro en esa unicidad.
¡Sin el como! ¡Estás vivenciando un choque cultural! Lo que pasa es que hay una perversidad en todo esto. Una perversidad muy grande:
Para sufrir un choque cultural yo tengo que tener cultura. Y a Andalucía históricamente se le ha dicho que el choque es por incultura. Yo tengo un choque cultural por inculta no porque mi cultura sea distina.
Si se me quita mi devenir, mi historia, la justificación de por qué soy así y no de otra manera, la justificación de por qué mi pueblo está así y no de otra manera, mi cosmovisión…
Ser andaluza es estar constantemente habitando una frontera que es invisible en el lenguaje pero no lo es en lo corporal. Porque el cuerpo sí que la siente. Por eso es tan importante traer lo sensitivo cuando hablamos de feminismo andaluces. Porque la palabra se nos ha negao.
Por qué el agresor de Ana Orantes emplea justamente la palabra “analfabeta”… justamente esa palabra. justamente esa palabra.
El vídeo es actual pero esto viene de lejos. Leo:
HENRY DAVID INGLIS Edimburgo, 1795-Londres, 20 de marzo de 1835) “Una de las diferencias más perceptibles entre Madrid y Sevilla es la cantidad de individuos andrajosos y pordioseros que se ven en la segunda. Por otro lado, ¡es tan fácil vivir en Andalucía!; dad a cualquier vago zarrapastroso un bollo de pan, y en un instante habrá hecho un agujero en el centro, habrá mendigado un poco de aceite, que nadie le niega, y echándolo en el boquete, empezará a cortar rebanadas y a mojarlas en el sustancioso líquido» Henry David Inglis, escritor escocés y periodista (1795-1835) Animalidad.
“A los andaluces, en general, los tienen en muy baja estimación los demás españoles y aun los de mejor posición tropiezan con dificultades para ser admitidos en las tertulias respetables de Madrid, donde, si logran entrar, son invariablemente ridiculizados por los gestos y ademanes absurdos en que se complacen, por su inclinación a la jactancia, sus exageraciones, su curioso acento y la manera incorrecta de pronunciar el castellano.
En una palabra: los andaluces, en todas las cualidades del carácter, se hallan por debajo de los otros españoles”. GEORGE BORROW (1803 – 1881) fue un escritor inglés de novelas y de libros de viaje basado en sus propias experiencias en Europa
PIERRE LOUYS (1870-1925) poeta belga. “La señorita Lola es como para subrayarla en rojo. Tiene la nariz andaluza tan graciosamente aguileña, como un signo de interrogación invertido, unos ojos rajados con una pureza de compás; los brazos y el talle delgados y el pecho prominente. Es un pura sangre“.
RICHARD FORD. (1796-1858) Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. En octubre de 1830, llegó a Sevilla.
“Esta costumbre se considera incurable, mujer ventanera tuércele el cuello si la quieres buena, o sea que el remedio para una mujer que siempre está sacando la cabeza por la ventana es torcerle el cuello.
Estos barrotes de las casas andaluzas recuerdan los enrejados del harén, detrás de los cuales se esconden las damas orientales y, como ellas, las andaluzas no se quejan del aparente entierro. La tolerancia no es en el fondo más que indiferencia. La tolerancia no es en el fondo más que indiferencia, y son guardadas como tesoros preciosos. Están seguras detrás de las rejas contra todo, excepto las miradas, la artillería ligera de Cupido, las serenatas y los requiebros o expresiones de cumplido y cariño, contra las que ellas no tienen nada que oponer. Encerradas adquieren aspecto de monjas, lo que ciertamente no son, o de princesas cautiva de los romances, hasta tal punto que todos los hombres de corazón tierno se sienten imperiosamente dispuestos a liberarlas de la aparentemente vil mazmorra”.
Para estos textos históricos, la violencia de género en Andalucía es una costumbre. Esto es una forma de exotizar la violencia de género y considerarla un problema de una latitud. No una cuestión intrínseca a la socialización a través de la existencia de dos únicos géneros.
Esto es muy fuerte. Esto es cultura de la violación. Y creo que deberíamos hablar en Andalucía de cómo el turismo repercute en la violencia que las mujeres andaluzas sufrimos de manos de visitantes extranjeros. Me parece que, ante convertir el turismo en algo de primera necesidad, es un melón que tendríamos que empezar a abrir.
La violencia que las mujeres que estamos en lugares destinados al turismo sufrimos por tíos que vienen aquí a consumir lo que les plazca como les plazca. Y que nos incluyen a las mujeres como parte del mobiliario.
Hablemos de gentrificación turística y hablamos también de violencia de género y turismo. Yo he sentido miedo muchas veces ante grupos de hombres que vienen a turistear a mi tierra.
¿QUÉ ES LA ANDALUZOFOBIA para mí? podríamos entender la andaluzofobia como una violencia enmarcada en las dinámicas estructurales del estado español para consolidar su marca. Que forma parte de sus hitos fundacionales e ideológicos. Una marca que descansa en el nacionalcatolicismo y que se puede resumir en ese lema franquista “España Una, Grande y Libre”. Que nos lleva a una imposición histórica de un concepto de pureza que perseguía la idea de que ser española implicaba tener un origen común. Una quintaesencia común que es la que supuestamente recuperamos con hitos inventados como la Reconquista. Esto implica eliminar la diversidad cultural y territorial desde su legitimidad y autoridad y convertirla en un producto de merchandising.
La andaluzofobia es una violencia que sufre el pueblo andaluz por el mero hecho de serlo entendiendo por pueblo andaluz un espectro amplio porque ya sabemos la larga historia de migraciones que tenemos. Y también el origen andaluz es señalado en otros territorios aunque una persona no sea andaluza de nacimiento pero sí de orígenes.
La activista feminista y antropóloga onubense Ana Burgos señalaba que la identidad andaluza ha sufrido un proceso de desempoderamiento histórico y de desposesión de autoestima que en su caso ha llevado, incluso, a disimular su propio acento.
Yo diría que es una violencia que forma parte del proyecto civilizatorio de la Marca España que nececita construir una otredad (lo otro) que no es deseable y que por supuesto usa la polarización como lo han hecho todos los nacionalismos habidos y por haber.
Pero también hay que señalar Andalucía ha servido de otredad a Europa (ya hemos visto algunos textos) y a procesos nacionalistas e independentistas que, dentro del estado español, vuelven a reivindicar la pureza para legitimizarse poniendo sobre la mesa conceptos que denotan contaminación como charnego o maketo. Estos procesos han ido acompañados por la merma del capital económico, cultural, social y erótico tanto de la tierra y las identidades andaluzas.
A pesar de compartir esta otredad con otros territorios que se sienten muy interpelados por esta dinámica de desposesión de capital económico, cultural, erótico etc. como Extremadura, Murcia, Galicia, Canarias; es necesario —como ya de hecho algunos territorios estamos haciendo— nombrar de manera diferencial nuestros procesos porque las formas de llevar a cabo esta desposesión y esta violencia también son diferentes. Por ejemplo, la cultura andaluza es desposeída desde la hipervisibilización mientras que territorios como Murcia son discriminados por una invisibilización absoluta.
Por otra parte, precisamente porque las dinámicas de opresión como he dicho son diversas aunque tengan de fondo la imposición de un universal; lo hace adaptando su opresión a cada territorio. Al igual que Coca-Cola adapta sus publicidades a cada sitio.
Por ello, reivindicar también diversidad territorial desde los procesos propios y desde los feminismos forma parte de la denuncia y del combo deseable a la hora de poner sobre la mesa cómo se interrelacionan las diferentes violencias en el cotnexto del estado español.
Si las formas de oprimir adoptan diferentes disfraces según identidades y territorios, reivindicar diversidad en los feminismos es también la manera oportuna de enfrentar todo este colorido de opresiones. Además la diversidad es algo irremediable y, como dice también mi querida Elisa Coll, si en la diversidad ocupamos espacios distintos, eso nos brinda un suculento abanico de imaginativas formas de destrozar el patriarcado.
En el caso de las mujeres andaluzas esta otredad cultural se vive dentro de la otredad que ya implica vivir como mujer desde procesos e imaginarios que narran a las mujeres andaluzas como portadoras de desconocimiento o como corporalidades que sirven a la causa de la exotización, el cliché, el servilismo, el turismo… Despojándolas de su propio relato, quitándoles la posibilidad de manifestar que sufren una violencia estructural con la estrategia de desdibujar la frontera que habitamos, e intentando eliminar su propio potencial subversivo y transformador.
Complicando, por ejemplo, el acceso a la protección desde unas instituciones con las que nos comunicamos disimulando nuestro acento por la violencia recibida o sufriendo incluso un proceso de enajenación dentro de los propios feminismos que históricamente no han puesto la diferencias territoriales dentro del estado español como un eje de importancia.
En los feminismos hablamos mucho de alzar la voz pero sin poner sobre la mesa que unos sonidos son más bienvenidos que otros. Que algunos sonidos o voces , como diría mi amiga Ana Rosado, son un sello de calidad y de autoridad simplemente por estar dentro de un acento determinado. Hay discursos que sólo por llevarse a cabo bajo determinados acentos y sonoridades ya son más valorados y escuchados que otros.
Por tanto, nosotras para construir relato no podemos centrarnos únicamente en la oralidad, aunque también; porque la oralidad (la normativa) nos ha despreciado al igual que lo ha hecho el discurso escrito.
Hemos hablado de muchísimas otras maneras y hablar de feminismo andaluz implicaría, al menos para mí, reivindicar todos aquellos lenguajes que nunca fueron usados para contar la Historia: desde un puchero con yerbabuena hasta las innumerables manifestaciones culturales populares que la marca España ha considerado entretenimiento y no, lo que son, cultura/saber/conocimiento.
NO SABE. La tasa de analfabetización en Andalucía para personas con edades comprendidas entre los 60 y los 64 años es de 145,45* en comparación con el 15,02 de las de Castilla y León. De hecho, en el caso de Andalucía se puede ver si introducimos también la tasa de analfabetismo en personas de 75 años y más que es de 274,11, según los datos del INE. A pesar de esta enorme diferencia, la población andaluza con edades comprendidas entre los 10 y los 14 años redujo esa diferencia a un solo punto.
La tasa es un coeficiente que expresa la relación entre la cantidad y la frecuencia de un fenómeno determinado, en un período de tiempo concreto.
Éste es el carnet de identidad de una mujer andaluza que se llamaba Antonia Aragon Sanduvete. Era mi abuela y era andalfabeta. Ella vivía en mi casa así que me crié con ella. Perdió el habla debido a una trombofilia causada por enfermedades autoinmunes pero, aunque mi abuela no hablaba, yo me pude comunicar con ella a través de muchos otros lenguajes. La marcaron en su carnet. Le escribieron “No sabe”.
Históricamente lo que el estatus quo desprecia es porque tiene un enorme potencial transformador. Yo creo que en el fondo, de Andalucía molestan muchas cosas y que ahí también radica el desprecio a esta tierra. Porque tenemos espacios, formas de relacionarnos y de construir que tienen un enrome potencial transformar y qe ponen los cuidados y la colectividad en el centro. Que da un papel protagonista al cuerpo y el cuerpo es el gran excluido del pensamiento platónico del occidente que se impone y se vende como único.
Históricamente no se nos ha querido hacer pequeñitas porque no sabemos.
El problema no es lo que no sabemos. El problemas es LO QUE SABEMOS.
Muchas gracias
Espero que este bloque os haya gustado: yo lo he disfrutado especialmente acompañada de tantas voces.

